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CRITICA
Por: PACO CASADO
Del recién terminado Festival de cine de San Sebastián nos llega 'Distancia de rescate' (2021) dirigida por Claudia Llosa, la cineasta peruana afincada en Barcelona.
Amanda es una mujer que va a pasar sus vacaciones con Nina, su hija pequeña, de unos seis años, en un tranquilo pueblecito argentino de la región de Río de la Plata, con un ambiente bucólico, donde su padre solía ir a cazar y a pescar.
Está constantemente preocupada por el bienestar de su hija y hace siempre todo lo que está en su mano para protegerla, es lo que ella llama la distancia de rescate, una especie de hilo invisible que le une a ella para poder acudir pronto en su ayuda.
Allí conoce a Carola (Carla en la novela), una mujer algo mayor que ella, que vive cerca, con Omar, su marido, mientras que el de Amanda está de viaje por asuntos comerciales.
Omar tiene un negocio de cría de caballos.
Un día le prestan uno para que haga de semental con tan mala fortuna de que el caballo se muere.
Carola tiene un hijo, David, que un día enferma y lo lleva a una curandera que vive en la casa verde que le hace una migración, con lo que el mal lo comparte con otro cuerpo y aunque se salva ya no es el mismo y nunca sabemos cuales son sus intenciones en todo momento.
Las madres en su amor hacia sus hijos siempre se ponen en guardia antes de que les suceda lo peor y esa alerta les libra a veces de que les ocurra algún mal.
Es lo que en España decimos "más vale prevenir que curar".
Se trata de un drama con cierto suspense que nunca llega a ser una película de terror en ningún momento.
De repente Amanda descubre que las cosas no son como aparentan ser y su día a día se convierte en una auténtica pesadilla.
Es el cuarto largometraje realizado por la cineasta peruana Claudia Llosa que desde el desconcertante comienzo, en el que no se sabe qué sucede, deja muy claro cual es su manera de rodar, a la que le gusta jugar con los primerísimos planos que inserta cada vez que puede, aunque no siempre sea necesario para remarcar algo, como ya lo hizo en sus largometrajes anteriores Madeinusa (2006), La teta asustada (2009) por la que ganó el Oso de oro en Berlín, y No llores, vuela (2014), en los que trataba las relaciones materno filiales llenas de incertidumbres.
Dentro de su sencillo lenguaje existe un contrate con el guion escrito en colaboración entre la directora peruana y la novelista de cuentos argentina, que procuran ser lo más fiel posible a ésta su primera novela, publicada en 2014.
El comienzo es un poco complicado con esa constante voz en off que nos ofrece los diálogos entre Ananda y el niño David, que nunca se sabe si es real o fruto de su imaginación, como tampoco queda muy clara cual es la relación sensual que se establece entre las dos mujeres, Amanda y Carola, con una cierta ambigüedad.
Este drama intimista y surrealista, en el que no prima la claridad expositiva, tiene ciertos significados que el espectador no llega a descifrar, ni a tomárselo en serio, si son reales o ensoñaciones de la protagonista.
Tanto la novela como el film no dan respuestas que dejen satisfecho al lector y al espectador.
Aunque el protagonismo se lo lleva la española María Valverde, en este drama de dos madres enfrentadas, quien le da la réplica es la argentina Dolores Fonzi que a veces le come la escena con su buen hacer, pero su relación no está bien desarrollada.
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