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CRITICA
Por: PACO CASADO
Tal vez como consecuencia de tantas producciones de agentes secretos que andan sueltos por las pantallas del mundo entero, el cine de espionaje están un poco de vuelta para huir y al mismo tiempo diferenciarse del de los espías baratos.
Ese cine de espionaje al que nos referimos es el que tenía de fondo alguna guerra pasada o esta otra que está muy reciente.
Generalmente estas películas se basan en hechos ocurridos realmente.
Durante la guerra fría, el MI-6, utiliza a Sam Laker, un diseñador industrial norteamericano, que vive y trabaja en la ciudad de Londres, que acaba de recibir un premio por su labor, y va a viajar a la Alemania Oriental donde se celebra una feria comercial para poder mostrar allí su invento, llevándose de vacaciones durante esos días a su hijo pequeño de tan sólo diez años de edad.
Entre tanto, un oficial de inteligencia británico, que sirvió con él durante la Segunda Guerra Mundial, lo usa como un peón involuntario en el juego del espionaje.
Este espía no es ningún hombre expresamente entrenado para ello, ni posee una contextura atlética, simplemente es un hombre corriente y vulgar que se ve metido involuntariamente en algo que no quiere o que por necesidad se ve obligado a ejercer ese improvisado oficio de espía, viéndose en la circunstancia de tener que cometer un asesinato.
La crueldad empleada para obligar a estas sencillas personas a llevar a cabo estas misiones no tiene límites, en algunas ocasiones.
En las últimas producciones que hemos visto de este género recientemente se trata, cada vez más, de humanizar a estos personajes, haciéndolos lo más reales posibles, hasta llegar a caer en la irrealidad por el otro extremo.
Sidney J. Fury es un director al que hemos seguido muy de cerca y creemos que tiene la suficiente capacidad para hacer una película importante de este género, pero ello no es posible cuando se encuentra con un guion como este de Stanley Mann, basado en la novela de Francis Clifford, que a base de querer estudiar excesivamente la personalidad del protagonista, descuida otros aspectos, no por ello menos interesantes, que hace que el film tenga poca consistencia.
De esta forma se analiza detenidamente hasta casi no convencer, dado que aún así, tiene puntos flacos.
No obstante, gracias a la realización, siempre cuidada de Sidney J. Fury, que no deja atrás el más mínimo detalle de encuadre en la puesta en imágenes, sale airosamente adelante con suficiencia.
A ello colabora grandemente la gran interpretación que hace del personaje Frank Sinatra, sobre quien recae todo el peso de esta interesante cinta.
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