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CRITICA
Por: PACO CASADO
La primera película que vimos de Brett Leonard fue El cortador de césped (1992), donde experimentaba con la realidad virtual teniendo como base una novela del escritor Stephen King.
Hace unas semanas se estrenó otro film suyo, uno de los últimos realizados, Virtuosity (1995), donde volvía a usar el tema de la realidad virtual.
Ahora nos llega otra cinta firmada por él que aunque se aparta un poco de ese camino, ha buscado una novela de Dean R. Krontz para no cejar totalmente en su empeño, ya que incide en el campo de la fantasía y elucubra con el más allá.
Hatch Harrison es un hombre que tiene un accidente de coche en el que se precipita a las heladas aguas de un río y está clínicamente muerto un buen número de horas hasta que un doctor logra recuperarlo y devolverlo a la vida, como ya había hecho anteriormente con otro paciente.
Para ello el doctor le da un medicamento especial de reanimación que le provoca extrañas pesadillas, como matar a un adolescente.
Pero en este caso regresa del más allá en compañía de un asesino y es capaz de ver lo que éste va a hacer.
Cuando el criminal quiere vengarse, porque trata de estropear sus planes, atenta contra su hija y su esposa, retándole a un mortal desafío.
La película posee una endeble trama policíaca trufada con las fantasías y los escapismos propios de jugar con algo desconocido, lo que hace que deje muchos cabos sueltos y el elemento policiaco no se lleve a cabo con rigor, aunque da pie a varios asesinatos, los consiguientes sustos y el constante jugueteo con los efectos especiales para significar imágenes del más allá desconocidas por los humanos.
Todo confluye en un truculento y melodramático desenlace con la consiguiente traca de fuegos artificiales y la consiguiente resolución final feliz.
Una dirección artesanal y mecánica y un trabajo correcto de los actores para un film insuficiente que no pasa de ser simplemente entretenido.
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