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CRITICA
Por: PACO CASADO
Un rodaje en coproducción se explica cuando hay una colaboración por parte de los países participantes para hacer que ésta resulte más barata y en la cual ambos participan con partes más o menos iguales o desiguales, pero siempre con unas miras de lograr algo que uno de los dos solo no tendrían mayores posibilidades, al par que se abre un mercado para el largometraje.
Pero en casos como el presente no se explica esta colaboración porque la película resulta de lo más barata al par que no tiene ni pretensiones artísticas ni siquiera espectaculares.
Tal vez se haya querido dar un nuevo giro a la coproducción y salir un poco de los vetustos moldes que tiene ya más que trillados el género de los agentes secretos o del consabido Oeste europeo. Pero para lo que se ha hecho más vale que no se hubiera intentado nada.
Con una India increíble, fabricada a base de paisajes extraidos del Monasterio de Piedra, donde ha sido rodada buena parte de la cinta, con unas aventuras infantiles y unos personajes estomagantes por sus comportamientos ridículos, se ha querido llegar al final con el mensaje de que los pueblos no necesitan odio, sino comprensión, frase altisonante que se pone en boca de uno de los protagonistas del relato.
Todo en el film tiene aspecto de baja calidad y de esacas miras artísticas, siendo de una endeblez suma, a lo que le ha llevado un director tan mediocre como José Luis Merino.
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