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CRITICA
Por: PACO CASADO
Paco Lucio debutó como director con la película 'Teo el pelirrojo' (1986) que fue mal distribuida y poco vista.
Posiblemente también lo fuera poco comercial lo que le ha llevado a estar varios años sin poder volver a ponerse detrás de las cámaras.
Pero ahora ha dado con el gran mecenas del cine español, Elías Querejeta, que se ha encaprichado en poner en imágenes esta leyenda medieval y se ha lanzado a la aventura, contando para el guion con Manuel Gutiérrez Aragón y el propio director Paco Lucio.
El film cuenta la historia, situada en la Edad Media, de Damian, un cazador mudo, que sueña con vivir en un lugar mejor con su familia que en el que ha estado viviendo hasta ahora, para hacerlo junto a su amigo Ginés a orillas de un lago.
Un día acompañado con su bella esposa Priscila y Pablo, su hijo que también es mundo, y la madre de su mujer, parten hacia una nueva tierra de leche y miel.
Creen haberla encontrado en un pueblo que hay junto a un lago.
Desafortunadamente, Don Rodrigo, el señor feudal local, es quien establece las leyes allí y todos los habitantes son siervos del señor del castillo al que deben entregar una parte de cuanto cacen o pesquen.
Ellos vienen de más allá de las montañas, dice uno de los personajes, huyendo del frío y del hambre.
Son bien acogidos por esa otra familia amiga con la que se suelen ir de caza.
Pero la belleza de Priscila parece atraer los problemas ya que sin desearlo, excita el deseo sexual de todos los hombres que la conocen, ya que la joven esposa es un plato muy apetecido, comenzando por el señor feudal que tiene derecho de pernada.
Como hemos apuntado antes la acción se desarrolla en la Edad Media, en un impreciso lugar, aunque eso es lo de menos porque la breve historia puede suceder en cualquier parte.
A partir de ahí hace acto de presencia la temida peste lo que provoca que el drama se desate.
Hemos apuntado lo de breve historia, porque la verdad es que la anécdota no da para mucho más, pero sí para que se nos cuente la historia de forma parsimoniosa y lenta, con elegancia en las imágenes y recreándose en la belleza de la fotografía de Alfredo Mayo o en la interpretación, como le gusta a Elías Querejeta.
Porque ciertamente que cualquier cinta en la que mete la mano este productor tiene que llevar indiscutiblemente su sello de fábrica.
Mención especial del jurado en el Festival de cine de San Sebastián. Premio del CEC a la mejor fotografía.
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