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CRITICA
Por: PACO CASADO
Esta historia sigue a tres tipos distintos de delincuentes que operan en la ciudad de Roma: Augusto es un hombre maduro de mediana edad, divorciado, encenegado en el vicio y el mal vivir del que no logra salir a pesar de que en una ocasión la presencia de su hija Patrizia está a punto de lograrlo; Roberto es un joven cínico e impenitente que todavía lo que gana es para él; y un tercero Carlo en el que por la influencia bienhechora de su mujer y su hijita Silvania, emprende el camino de la regeneración.
Los tres se reúnen para preparar un gran golpe con el que llaman El Barón, que tendrá lugar en una gran casa de campo.
Los demás viven de la estafa a sus semejantes, sin importarles su condición por humilde y digna de lástima que sea y sin reparar en los medios para realizarla.
Fuertemente realista, dura a veces desagradable y sin concesiones de ningún género deja un regusto amargo y pesimista en su desenlace.
En la primera etapa de su filmografía, Federico Fellini buscaba un personaje malvado para enfrentarlo a la bondad de los demás y terminaban arrepentidos.
Aquí elige al timador en Almas sin conciencia (Il bidone), (1955) un tipo de delincuente frecuente en Italia y España.
Son terrenos abonados estos países latinos, dados al fracaso y la miseria debido al paro y la incultura.
Por ello conservan siempre una llama de esperanza, de milagro en forma de billete de lotería, quiniela o primitiva.
Es la confianza de encontrar el tesoro escondido, el golpe de fortuna que arrancará al elegido de la miseria y lo elevará a la cumbre de los millonarios.
Pero también los estafados pueden ser gente crédula, bondadosa, necesitada de un hogar donde vivir, dispuesta a pagar lo que sea por salir de las zahurdas en donde viven.
'Il bidone' (1955) es el castigo del codicioso, pero también la plaga de la gente sencilla.
'Almas sin conciencia' (1955) es la segunda entrega de la trilogía de la soledad iniciada con 'La Strada' (1954).
Federico Fellini, excepcional director y guionista italiano, estudia con meticulosidad los encuadres, el estado de ánimo del actor, el ambiente, la precisión del montaje y cada plano que compone la película.
Destaca en el reparto Broderick Crawford en un Augusto genial, le sigue Richard Basehart y en una breve y perfecta actuación de su esposa Giulietta Massina.
Bella resulta música compuesta por el maestro Nino Rota y estupenda fotografía.
Su excelente realización técnica y artística no excusa la crudeza narrativa del desarrollo.
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