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CRITICA
Por: PACO CASADO
El viejo y simpático Aldo Fabrizi se ha decidido a dirigir de nuevo con 'El maestro' (1957), anteriormente lo había hecho tres años atrás con 'Han robado un tranvía' (1954) y además se otorga el papel protagonista que le va muy bien a sus características.
En este su noveno largometraje como director lo hace basándose en un cuentecito verdaderamente original impregnado de poesía y lleno de candor e intención al mismo tiempo.
En él se cuenta la historia de Don Juan, un maestro viudo que pide el traslado de la aldea en la que trabaja, a la capital con el fin de que su hijo Antonio, de 8 años, para el que vive, pueda estudiar y hacerse un hombre con más posibilidades.
Trae, entre sus proyectos, la creación de una escuela de pintura, pero todo se le viene abajo.
Un coche atropella al pequeño y el mundo se le viene encima al bueno de Don Juan, que presenta su dimisión en el colegio y decide abandonarlo todo; pero algo verdaderamente extraordinario y maravilloso le sucede finalmente, con la llegada de otro niño, Gabriel, que le cambiará de nuevo la vida.
Al pasar al cine, el cuento no ha perdido ninguna de sus virtudes y en cambio ha ganado en consistencia e intensidad.
La trama se ha reproducido fielmente con algunas complicaciones para darle un superior peso superando el precedente que tenía el texto literario.
En cuanto a la interpretación visual supera en algunos codos la excelente de la versión literaria.
Posee ante todo el encanto, pocas veces dado por el cine, de su deje poético conseguido a través del hábil juego entre la fantasía y la realidad que realmente preside su verdadero concepto.
Y encierra, además, un contenido de alto valor humano, cual es la recuperación de un buen hombre, un maestro que al perder a su único hijo, que era toda la razón de su existencia, se deja caer en el mayor abatimiento y desesperación, para recobrarse por completo y abrir un nuevo cauce a su vida por la presencia de otro niño, Gabriel, que viene para ocupar por unos días el puesto de su perdido hijo.
Tiene algunos fallos de guion pero a cambio posee una dirección de Aldo Fabrizi de lo más completa, una perfecta música de Isidro B. Maiztegui eficiente y sincera, la fotografía de Antonio Macasoli, así como una excelente interpretación de Aldo Fabrizi y del niño Marco Paoletti.
Ganó el Premio del Mediterráneo en la Mostra de cine de Venecia.
Premio del CEC al mejor argumento.
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