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CRITICA
Por: PACO CASADO
El cine italiano, tan desconocido en los últimos años en nuestras pantallas, nos trae ahora un drama que nos hace recordar aquellos de los años cincuenta que tanta fama le dieron a nivel popular, aunque pasado por el tamiz de la modernidad.
Este drama rural se sitúa en un apartado pueblecito de Sicilia, a finales de siglo, a donde vuelve un joven soldado cuya apostura y belleza vuelve materialmente loca a una mujer, viuda, con una hija, que ha sido apartada por el pueblo por haber corrompido al párroco del lugar.
Era alta, morena y delaga, con un busto orgulloso y voluminoso.
La llamaban La Loba, porque parecía no estar nunca satisfecha.
Todos los hombres estaban obsesionados con ella.
Esta apasionada hembra consiente que el joven se case con su hija para tenerlo cerca lo que provoca más de una escena tormentosa y los consiguientes comentarios de los habitantes del pueblo.
Las situaciones están llevadas al extremo más dramático lo que a veces las hacen incluso parecer ridículas y no muy bien encajadas, debido a una realización más pendiente de la belleza formal y el encuadre que de dirigir a los actores.
Lo que resulta más interesante y curioso, son las costumbres ancestrales a la hora de las labores campesinas, de la siega, el trillado de la parva y recogida del grano, siempre bañadas en una religiosidad presente en todo lo que hace el pueblo.
Por ello esta mujer no encaja en la comunidad.
Interpretación exagerada en Monica Guerritore, muy bien Michele Plácido en el histriónico Malerba, pasable en Raoul Bova y una pequeña intervención de Giancarlo Giannini en el prólogo.
Lo que podía haber sido un interesante drama rural se queda a mitad de camino, bañado en la profesional música del compositor Ennio Morricone, uno de los elementos más interesantes de esta producción y una bella fotografía en color de Mario Vulpiani, pero poco más.
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