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CRITICA
Por: PACO CASADO
Querer meter la extensa novela de Eduardo Mendoza en una cinta, aunque sea larga como en este caso, es poco menos que imposible. Tal vez hubiera sido mejor hacer una serie de televisión, aunque hay que decir que el esfuerzo de síntesis que han hecho los cuatro guionistas ha sido meritorio.
No obstante algunas cosas tienen que quedar fuera por necesidad, lo que no sabemos si eran más o menos importantes, porque no hemos leído la novela.
Por lo que deducimos de la contemplación del film hay un personaje central, Onofre Bouvila, que polariza toda la historia y en torno a él giran los demás, que ayudan a comprender el complejo y cambiante carácter del protagonista, un hombre que llega con una idea clara a la Barcelona de las vísperas de la Exposición Universal de 1889, escaldado por lo que ha ocurrido en su familia y que evoluciona a lo largo de treinta años.
Con la influencia de Delfina, joven de la que se enamora, intentará hacerse anarquista y al igual que su amada, querrá cambiar el mundo, pero en vista de que eso no es más que una utopía imposible, tratará de que el mundo no le cambie su idea de llegar a ser un adinerado señor, pero eso lo consigue a base de medrar entre ricos y poderosos y usando las mismas armas, la extorsión y el crimen, si hace falta.
Al guion le encontramos un defecto fundamental y es lo poco clarificador que se muestra con los distintos grupos políticos entre los que anda el protagonista para obtener su propósito.
Por lo demás queda una película con el relato de un amor obsesivo en una sociedad turbulenta en la que los sucesos no dan tregua al aburrimiento.
La historia se sigue bien gracias a la buena realización de Mario Camus, uno de los directores más seguros del cine español actual, aunque no sea ésta su mejor obra. A la buena labor de ambientación de Gil Parrondo y Rafael Palmero que reconstruyen la Barcelona de finales de siglo, tanto en escenarios naturales como en decorados y vestuarios.
Al trabajo de los intérpretes con Emma Suárez a la cabeza y los buenos secundarios que le rodean.
Más frío y pétreo Olivier Martínez.
En definitiva un ambicioso film, no logrado, que se deja ver sin esfuerzo a pesar de su excesivo metraje.
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