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CRITICA
Por: PACO CASADO
Hay reposiciones que se justifican por su calidad técnica y artística, por ser verdaderos monumentos del cine y otras que en menos escala se ven elevadas al podium de la fama por la simpatía y fervor popular.
En este caso quien provoca toda la expectación es el genial Cantinflas, quien es capaz de llenar una sala con una reposición en un día laborable con la misma expectación y entusiasmo como si se estrenara el último film de la serie del agente James Bond o un superspectáculo de Hollywood de grandes proporciones.
Mario Moreno, aún hoy día y con una película en calidad de reposición forma colas ante las taquillas.
Y esto es un síntoma.
El público español sigue admirando al gran artista mexicano, y gusta de recordar sus grandes éxitos, esos que conseguía antes de marchar a la Meca del cine, que pertenecen a su primera época, en la que tenía sus auténticas características que le hicieron famoso.
Antes al igual que ahora Cantinflas sigue teniendo gracia. Su cine puede haber ganado en calidad técnica y artística: mejor fotografía, realce de colores, mejor dirección y hasta si se nos aprieta una mayor valentía.
Pero todo eso ha mermado en su figura restándole calor y dejándole más frío y aseptico.
El Mario Moreno primitivo, el Cantinflas de "El portero", nos parece más humano, más sencillo y su figura tenía más sabor popular por cuanto representaba un tipo de la sociedad mexicana, y por tanto más válido y menos estereotipado.
"El portero" es una especie de sainete con visos teatrales pero con una gracia sensacional en la que en ningún momento decae el interés provocado por las situaciones que se suceden sin descanso y por el buen entramado de las líneas argumentales.
Cine sencillo a tono con el personaje y con la historia que se nos narra.
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