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CRITICA
Por: PACO CASADO
Michel Deville se interesó por la novela de Martin Winkler antes de que se convirtiera en el éxito editorial que alcanzó el pasado año en Francia y al comprar los derechos se extrañó el autor por la dificultad que entrañaba su adaptación al cine al ser un tema coral en el que intervienen casi cuarenta personajes.
Cuenta la relación de un joven médico rural con sus pacientes, en el que encuentran remedio a sus males, físicos o psíquicos, a través de sus dietas, consejos y recetas.
El propio médico se ve afectado por no poder curarlos a todos, hasta que conoce a Paulina que le hace ver cuál es el camino para sobrellevar su carga y encontrar la felicidad.
Michel Deville también encontró en Rosalinde Deville, su mujer y habitual guionista, el sendero por donde marchar en el complicado guión de este film que terminó siendo premiado en el Festival de cine de San Sebastián y también obtuvo la Concha de Plata, ex-aequo con La ducha, a la mejor dirección.
Son estos los dos campos que más destacan en la cinta: la acertada elaboración de cómo distribuir estas relaciones pacientes médico para que alcancen un tono increscendo y el tratamiento que el director ha dado a todos y cada uno de los enfermos voluntarios que fueron las personas de la región donde se rodó que se prestaron a ello, junto con la estupenda labor del actor Albert Dupontel y Valerie Dreville. Una interesante película a tener en cuenta.
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