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CRITICA
Por: PACO CASADO
Ken Loach es un director inglés del que conocemos su cine desde sus inicios, cuando en el ya lejano Festival de Benalmádena se le dedicó un año a conocer su filmografía entonces en sus comienzos con películas como 'Poor Cow' (1967), 'Kes' (1969, 'Family Life' (1971), etc.
Ahora a sus 87 años nos ofrece el título 57 de su hermosa filmografía, incluidos una veintena de ellos para la televisión, 'El viejo roble' (2023).
La película afronta con inteligencia la crisis de los refugiados sirios y la ayuda que se les presta frente a la necesidad de algunos habitantes del pueblo.
El título hace alusión al nombre del último pub, un lugar muy especial, el pueblo minero de Durham en el noroeste de Inglaterra, donde la gente está abandonando o vendiendo sus casas a medida que se van cerrando las minas existentes en esa tierra, cuando transcurre el año 2016.
Es el único espacio público donde los habitantes se pueden reunir en comunidad, aunque está atravesando malos tiempos.
Las casas de los que se marchan son vendidas de forma barata y están disponibles, por lo que es un lugar ideal para los emigrantes y refugiados que las ocupan de forma legal.
Eso no impide que encuentren el rechazo de los vecinos a estas pobres gentes procedentes en su mayoría de Siria y otros lugares en guerra de donde salen prácticamente con lo puesto sin otras pertenencias.
Ken Loach, con su habitual guionista Paul Laverty desde 1996, continua fiel en la defensa de la clase trabajadora contra la explotación y la injusticia que se comete con ellos, en donde hace presencia también el racismo y la insolidaridad.
La historia se centra esta vez en una joven emigrante siria Yara que al bajarse del autobús en compañía de su familia y otros emigrantes hace unas fotografías y uno de los hombres que estaban presente le arrebata la cámara, se le cae al suelo y se le rompe, porque no quiere que le fotografie.
Encuentra así el racismo, la hostilidad violenta y la insolidaridad como amenaza.
Ella recurre al pub de ese nombre propiedad de Tommy Joe Ballantyne, más conocido como TJ, por saber si conoce al individuo que le rompió la cámara para que le pague la reparación y éste se ofrece a ayudarla.
El pub tiene una segunda habitación llena de chismes, cerrada desde hace años y un día TJ decide volverla a abrir y acoger en ella dos veces a la semana a los niños emigrantes y refugiados del barrio para darles de comer, lo que molesta al grupo de habituales clientes que le echan en cara que ejerza la caridad para con ellos.
La labor que hace Yara con alguna amiga y TJ hace que poco a poco el pueblo vaya acogiendo a estas pobres gentes como suyas.
Como se puede ver se trata una emotiva historia y un drama conmovedor en el que no se han perdido las esperanzas de entendimiento entre las dos comunidades.
A lo largo de la narración conocemos algo más acerca de TJ, su pasado y situación actual, cuya vida estuvo a punto de quitarse y salvada por una pequeña perrita llamada Marra.
El relato muestra el devenir cotidiano en el que prácticamente no pasa nada, mostrado de forma lenta, lo que hace que se haga un tanto cansina, con una realización adecuada al tema, de lo más clásica y sin ningún suspense ni sobresalto.
Correcta la labor de los actores con Dave Turner como TJ y Ebla Mari como Yara y pasa desapercibida la música de George Fenton.
Premio del público en los Festivales de Ghent, Palic, Calgary, Cinéfest Sudbury y en Locarno. Mejor actor Dave Turner y premio del público en la Seminci de Valladolid.
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