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CRITICA
Por: PACO CASADO
En los tiempos dorados del cine americano, los guionistas estaban contratados a sueldo por los grandes estudios de Hollywood y escribía los guiones según las necesidades de producción o las pautas que marcaban las productoras.
Hoy día van por libre, pero sus mentes parece que se han secado y las ideas originales brillan por su ausencia.
Así se aferran a una novela, una obra de teatro, noticia de un periódico o lo que sea.
Últimamente lo que se lleva mucho es adaptar a la gran pantalla las grandes serie de la televisión.
Pero éstas también se agotan y hasta se hacen secuelas, caso de Misión imposible.
El año pasado surgió una nueva cantera de donde sacar argumentos y es la de los espectáculos de los parques temáticos de Disney. Así sucedió con Los piratas del Caribe y ahora se repite con La mansión encantada, que se ajusta al género que está de moda, el terror, y dentro de éste las casas con fantasmas.
Es el mejor aceptado por los jóvenes espectadores de hoy y si además se le añaden unas gotas de humor y unos buenos efectos especiales, la receta es ideal para llenar las salas de cine.
Un vendedor inmobiliario, adicto al trabajo, lleva a su familia en un fin de semana a ver la gran mansión Gracey que ha sido puesta a la venta y los mete en un buen lío ya que está plagada de fantasmas.
La primera parte expone los defectos del padre de familia, mientras que en los dos tercios finales lo que imperan son los múltiples efectos especiales a los que se presta fácilmente esta clase de películas y dan ocasión a Eddie Murphy a repetir, una vez más, su histriónico personaje, siempre el mismo.
Están mejor los secundarios, caso de Terence Stamp, que hacen lo que pueden dentro de este endeble y corto argumento, dirigido de forma discreta por Rob Minkoff.
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