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CRITICA
Por: PACO CASADO
El cine recoge materiales de muy diversos campos para construir el argumento de las películas.
Es la literatura en sus variadas formas, el teatro o la vida real.
En este último aspecto en ocasiones se llevan los hechos de manera realista a la pantalla.
Otras, en cambio, se fantasea sobre los mismos y se construye un argumento más onírico.
En este último apartado podríamos situar esta producción de Estados Unidos que ha escrito y dirigido John Duigan, un director desconocido para nosotros, que se ha basado en un hecho ocurrido en el comienzo de la década de los años treinta en Australia.
Una madre soltera y poco convencional, se traslada con sus dos hijas a un pequeño pueblo de Massachusetts en el año 1963, donde una serie de acontecimientos y relaciones desafían y refuerzan sus lazos familiares.
Un día el pintor Norman Lindsay incluye en una exposición un atrevido cuadro titulado La Venus Crucificada, que el obispo protestante de Sidney creyó inadecuado, motivo por el cual envió a uno de sus sacerdotes y a su mujer, que les venía de paso hacia su nueva parroquia, para que convencieran al pintor de que retirara su obra.
El descarrilamiento de un tren impidió que la vía estuviera expedita para poder continuar su camino, teniendo que quedarse varios días en la casa del artista en compañía de su mujer y tres de sus modelos.
El tema de este film resulta ciertamente original y en torno a él se elucubra, se fantasea y se utiliza como excusa para enfrentar dos caracteres, el del pintor y el del clérigo, dos ideologías muy distintas y formas de comportamiento diferentes ante la vida y la manera de ver las cosas.
Inmoral y desinhibido el primero, recatado y dentro de sus normas el segundo.
Este debate se traslada en un enfrentamiento más bien físico entre las modelos y la esposa del cura, consiguiendo las primeras, fustigando su comportamiento, sacarla del cerco en que se ve encerrada.
El debate entre el religioso y el pintor surge en torno a la materia que el artista plasma en sus cuadros: el sexo y la moralidad.
A pesar de la corta anécdota argumental, el guionista y director no se estanca en filosofar y discutir sobre la materia, sino que se deja llevar del lirismo bucólico del paradisíaco lugar australiano de las Montañas Azules, de la belleza de los cuerpos desnudos, se estasia en la contemplación de los mismos y la sensualidad de lo puramente físico siendo el centro de miras de la cinta durante bastante parte, la perturbación que las tres modelos ejercen sobre la recatada mujer del predicador.
Con el ritmo adecuado, dirección correcta y trabajo aceptable de los actores, se logra una película original y agradable de ver.
Premio NBR a Winona Ryder. Premio Yound Artist para Christina Ricci. Premio Sant Jordi para Winona Ryder.
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