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CRITICA
Por: PACO CASADO
El actor belga Jean-Claude Van Damme eligió ser un héroe de películas de acción para llegar a convertirse en una estrella del celuloide de producciones de acción aprovechando su musculatura y su habilidad para la práctica de las artes marciales.
No es mala idea la de comenzar desde abajo para ir subiendo peldaños y aprendiendo cada vez más los trucos que tiene esta bonita pero a veces dura y difícil profesión.
Comenzó haciendo films de serie B, de kárate, a lo que se adaptaba muy bien por su físico y su facilidad de dominio de ese deporte.
Ahí están algunos de sus títulos 'Doble impacto' (1991) o 'Soldado universal' (1992), entre otros.
Tras diversas actuaciones en esos de acción, ahora quiere ser también actor, algo de lo que aún está más bien lejos.
No obstante la elección de 'Sin escape (Ganar o morir)' (1991), la número diez de su filmografía, que tiene un argumento con algo de más entidad y con nombres detrás en el guion que lo avalan, le pone en el camino.
'Sin escape (Ganar o morir)' (1991) le dio la oportunidad de demostrar si también tenía madera de actor.
La idea de este film es de Richard Marquand, guionista y realizador ya fallecido, que fue desarrollada por el guionista de Instinto básico (1992), Joe Eszterhas.
Esta es la historia de Sam Gillen un convicto que se fuga al ser trasladado de un penal a otro y se refugia en una granja de tierras de cultivo que es propiedad de Clyde Anderson, una joven viuda.
Es allí donde busca refugio y encuentra el cariño de un niño y el calor de la chica viuda que es acosada por unos desalmados que tratan de adueñarse de sus tierras, en las que un despiadado contratista está tratando de edificar una urbanización de pisos de lujo.
Sam le ayudará a luchar contra la injusticia que se cierne sobre ella y su propiedad.
La cinta tiene una trama sencilla en su desarrollo y la anécdota tampoco da para mucho más, pero está tratada con cierto tacto y al mismo tiempo no desdeña que haya momentos para la acción, no tan abundante y exagerada como es habitual en las anteriores protagonizadas por Jean-Claude Van Damme, lo que hace al relato más creíble que en otras ocasiones.
A su lado tenemos el apoyo de la sensible actuación de Rosanna Arquette y con la guinda que supone la ternura del pequeño actor Kieran Culkin que encarna a su hijo.
La narración camina a un buen ritmo llevado a cabo por Robert Harmon, director de 'Carretera al infierno' (1986).
La música de Mark Isham supone un aliciente más de esta entretenido película.
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