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CRITICA
Por: PACO CASADO
La cineasta belga Chantal Akerman, que es una estudiosa de la obra de Marcel Proust, vio el cielo abierto cuando le propusieron la adaptación de La prisionera, de este autor, en la que se narra la historia de un amor disfuncional y trágico ambientado en la ciudad de la luz.
Narra de forma superficial la historia desgraciada de dos amantes cuyas necesidades son opuestas y nunca llegarán a entenderse plenamente, ya que viven realidades muy diferentes.
Simon quiere de forma desesperada a Ariane, una mujer de extraña belleza, que se deja querer físicamente, accediendo a todos sus deseos, pero de lo que no puede hacer uso es de su mente, con lo cual la posesión nunca es total.
Simón sabe de su afición por el otro sexo, que tolera, pero la interroga constantemente, la persigue y muere de celos por ello. Ella en cambio accede a todos sus deseos y de esa forma calma su dolor, no le hace sufrir, pero le oculta su doble vida, lo que aumenta su impotencia y su amor obsesivo.
Chantal Akerman, cuya película más popular es 'Romance en Nueva York' (1996), adapta libremente la obra al centrarse en la relación de la pareja y eliminando el contexto, como la relación entre la clase burguesa y la aristocracia, por ejemplo, traslada la acción a la actualidad, aunque conservando algunos elementos del siglo XIX.
Con este film vuelve a incidir en la vida interna de sus personajes por encima de las físicas.
Él está cautivo de sí mismo y de sus obsesiones amorosas por ella, que en cambio es más libre en sus pensamientos.
Chantal Akerman da prioridad en la realización a los planos fijos, sin apenas mover la cámara o cuyo único movimiento es el de los actores dentro del plano o los gestos de los mismos.
Esta lentitud es aplastante y le dota de extrema frialdad en la realización y si para colmo despoja a la historia de las circunstancias que rodean a los personajes, las escenas no avanzan, permanecen detenidas en la reiteración en situaciones y actitudes de forma que resulta realmente asfixiante.
En la bada sonora utiliza la música de La isla de los muertos, opus 29, de Rachmaninov.
El guion tampoco es muy explícito en cuanto a los personajes, sus relaciones y circunstancias, lo cual hace el relato algo confuso y su excesiva abstracción le hace perder significado .
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