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CRITICA
Por: PACO CASADO
La primera película que recordamos haber visto del director mexicano Arturo Ripstein fue 'El castillo de la pureza' (1973), que era una producción de corte experimental exhibida en la Semana de Cine de Autor de Benalmádena en uno de sus primeros certámenes.
Era ciertamente un experimento que desesperaba al más pintado. Posteriormente recordamos otros títulos, realizados más en "serio" por Arturo Ripstein, que eran ciertamente interesantes: 'El lugar sin límites' (1978), 'La viuda negra' (1977), 'La tía Alejandra' (1980) o 'Mentiras piadosas' (1989), por citar tan sólo algunos de ellos.
Tal vez el más interesante de todos, y no por ser el último, sea 'Principio y fin' (1993), que recibió el pasado año la Concha de Oro en el Festival de Cine de San Sebastián, que compartió con la cinta iraní 'Sara' (1993), de Dariush Mehrjui.
Se trata de la adaptación a la pantalla de la novela del egipcio Naguib Mahfouz, premio Nobel de Literatura, llevada a cabo por Paz Alicia Garcíadiego, que se encargó de hacer el guion, como es habitual en su cine.
Desconocemos el texto original, pero queremos suponer que ha sido llevado a su terreno, a México, y allí sitúa la historia de esta mujer que a poco de comenzar el relato se queda viuda, con cuatro hijo, todos ellos en edad escolar.
Ella pertenece a una clase media baja.
La muerte del marido, el funcionario Narciso Botero le deja sin recursos y desamparada, ya que no había sido previsor y su sueldo de funcionario apenas les deja para poder comer, por lo que no puede seguir manteniendo los estudios que estaban haciendo los niños.
La viuda intenta denodadamente evitar la desintegración de la familia a la que apunta la rápida degradación económica que ira a una degradacion moral.
Al mayor se lo quita de en medio.
Se ganará la vida cantando y terminará cayendo en la delincuencia.
La pequeña la saca de la escuela y la pone a coser.
Terminará en la prostitución.
Al tercero lo coloca en un oficio que ni le satisface ni le da para mantener a la familia y los estudios del hermano.
Y el tercero, Nicolás, su ojito derecho, y el más inteligente, es al que potencia para que estudie una carrera universitaria y logre salvar a la familia y redima de la pobreza a los demás.
Sin embargo el destino terminará por darle a cada uno su merecido.
Es un tremendo melodrama de gran fuerza que gira en torno a la prepotencia de esta mujer que quiere dominar el destino de sus hijos, tal vez con la más buena, sana y egoísta intención, pero que termina por torcer sus vidas de la forma más lamentable, en lo que llevará finalmente su propio castigo.
La película está rodada con largas secuencias, en lugares cerrados generalmente, lo que da idea de la propia opresión que la madre ejerce sobre sus hijos.
En el film hay auténtica obsesión por los espejos y cada vez que uno de ellos se rompe, se tuerce el destino, como si los personajes estuvieran viviendo una realidad ficticia.
Drama sólido, llevado a cabo con pulso firme, con una buena interpretación en general de todos sus actores, con un guion que nos mantiene interesados a lo largo de todo el relato, y con una dirección acertada, que le convierte en una interesante muestra del actual cine mexicano.
Ganadora de siete premios Ariel. Premio Dicine y Fipresci en el Festival de Guadalajara. Cuatro premio en el Festival de La Habana. Tres premios en el Festival de Nantes. Premio a la carrera de Arturo Ripstein en el Festival de San Diego. Concha de Plata en San Sebastián.
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