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CRITICA
Por: PACO CASADO
Nadie diría que habiendo visto la sexta película de Arturo Ripstein, 'El castillo de la pureza' (1973), en la ya fenecida Semana de Cine de Autor de Benalmádena, tan provocadora y rompedora de todo lo establecido, llegara a ser el realizador importante, de narración clásica que hoy es en el cine mexicano. Le seguimos conociendo algo más posteriormente con algunos films suyos en el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva y ahora los dos últimos títulos estrenados en las salas comerciales en España, 'Principio y fin' (1993) y 'La reina de la noche' (1994).
Esta última es un intenso melodrama sobre los fracasos amorosos de la mexicana Lucha Reyes, una cantante incapaz de encontrar la felicidad a pesar de haber poseído todas las claves para poder alcanzarla.
Tras nacer de padre desconocido en un burdel, que su madre regentaba, la existencia de Lucha Reyes está marcada por la desgracia.
No obstante llegó a ser la más celebrada artista de la canción mexicana de todos los tiempos.
Dotada de una enorme sensibilidad, malgasta su vida en la búsqueda desesperada de un amor y la amistad que nunca encuentra y convierte su existencia en un peculiar descenso a los infiernos.
Su vida atormentada le llevó, de perder la voz en un cabaret de Berlín en el año 1932, al Valle de México, dos años más tarde, donde conoce a Pedro Calderón, su futuro esposo, y finalmente, sin rumbo vital, ni moral, desesperada y rota, es incitada a suicidarse por su madre en el año 1944, cuando había cumplido los 38 años de edad.
En esta biografía sentimental, que cuenta el viaje al infierno de los sentimientos de una mujer inusual como Lucha Reyes, se recogen tan sólo los últimos años de su vida, rodeada de una madre posesiva, que rige un burdel, que siempre quiso que fuera cantante de ópera, de un marido que la abandona pronto por su mejor amiga, La Jaira, de la que también ella estaba enamorada y por una hija adoptiva, que compra a una india ante la imposibilidad de poder tener hijos y satisfacer de esa manera su ansiada maternidad frustrada.
Acabó cantando en tabernas mexicanas de mala muerte, enamorándose de hombres y mujeres imposibles para ella, olvidada de todo el mundo.
El guion de Paz Alicia García Diego, esposa de Arturo Ripstein, nos da la historia en toda su crudeza, sin ahorrarnos nada de los sufrimientos de la cantante y es convertido en cine de forma dura, densa, desgarradora, a base de largos planos secuencia, con una fotografía de Bruno de Keyzer demasiado oscura y algo distanciadora de los personajes.
Los ambientes cerrados con colores cálidos dan un aire realmente agobiante, opresivo, transmitiendo esa sensación de espesura de su carga dramática en el proceso de degradación de los personajes y ofreciendo testimonio de los aspectos más negros de la realidad hasta hacerlos realmente insoportables al espectador.
Este viejo ayudante de dirección de Luis Buñuel, que es Arturo Ripstein, y una vez más con su colaboradora habitual y esencial en el guion Patricia Reyes Spindola, consigue cosas extraordinarias, que si bien algunas están escritas, otras se completan con su sentido de la expresión cinematográfica a través de una singular puesta en imágenes.
Se nota la mano de un director que domina sus personales recursos y obtiene los mejores resultados de Patricia Reyes Spindola en el papel de Lucha Reyes, de la siempre espléndida Blanca Guerra como su mejor amiga La Jaira o la estupenda Ana Ofelia Murguía que hace el personaje de la posesiva madre.
Esta cinta, que fue bien acogida por la crítica en los festivales de Cannes y San Sebastián, nos da la sensación de que ha perdido algunos minutos o canciones para su exhibición comercial.
Ariel de plata para Patricia Reyes Spíndola, Ana Ofelia Murguia, mejor ambientación, escenografía, vestuario y música. Mención especial en el Festival Gramado a la decoración. Mejor actriz de reparto a Blanca Guerra en el Festival de La Habana.
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