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CRITICA
Por: PACO CASADO
En estos tiempos está de moda que cada torero que se hace popular y obtiene cierta fama, tenga también su película que ayuda a ésta.
Palomo Linares tiene ya su película y a decir verdad más digna que muchas de las que andan por ahí.
Porque se ha acertado en elegir un director que en los tiempos actuales se está promocionando y que desarrolla todas las posibilidades a que tiempos atrás apuntaba.
Pedro Lazaga siempre ha sido un realizador de la vieja guardia, de esos que no han salido de la Escuela Oficial de Cinematografía pero que ha aprendido mucho del oficio, de los que se codeaba con los viejos realizadores.
Era la pica en Flandes en unos momentos en que nuestra cinematografía empezaba a abrir los ojos, a despertar a un cine nuevo, distinto, puesto al día de las corrientes que circulaban por el mundo si no quería morir.
Pero Pedro no copiaba como lo hacían otros. Lazaga no era pedante ni pretencioso. Hacía su cine más o menos equivocado pero con personalidad.
Ahora se ha enfrentado con el difícil género de la biografía de un torero y ha tenido que dar la verónicas muy apretadas porque el toro no deba para más, pero no cabe duda que le ha sacado partido a un astado difícil de torear, con el que fácilmente se podía caer en el melodramatismo o en el españolismo de nuestra fiesta nacional con todos sus tópicos e inconvenientes.
Lazaga ha realizado el guion de Coello y Masó, que no daba para mucho porque se tenía que fijar a la fidelidad del relato histórico con gran precisión, sacándole todo el partido posible, aunque no cabe duda que tiene sus concesiones y sus defectos, pero por su parte ha jugado bien sus cartas.
A la hora del montaje se ha portado como un valiente, aprovechando la parte de documental vivo que pusieron a su disposición ha enlazado muy bien con los trozos rodados en la ficción.
Música pegadiza y brillante.
Los actores cumplen sus cometidos y Palomo da aceptablemente en el cine.
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