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CRITICA
Por: PACO CASADO
Ciertamente no nos llegan muchas películas japonesas a nuestras pantallas, ya sea a las salas comerciales como las especiales o cine clubs.
Quizás por ello el público no se habitúe al tipo de cine que suelen hacer y emplear los japoneses, ni a captar su especial sensibilidad, sus costumbres, su forma de vida, todo ello más lejano a nosotros en el tiempo, en las distancias e incluso en el carácter.
Tampoco se conocen a los directores, ya que muy de tarde en tarde nos llega una película, por la que no se puede calificar todo el conjunto de su obra.
En el caso de Hiroshi Inagaki, nosotros recordamos haber visto, hace ya algunos años, una película suya, que se llamaba "Samurái", que por cierto nos interesó muchísimo y fue muy bien tratada por nuestra crítica.
Ahora nos llega con este film "El hombre del carrito" con la garantía del León de Oro de San Marco, obtenido en el Festival de Venecia el mismo año de su realización.
La película a pesar de los años que tiene encima se conserva muy bien, porque es una película de categoría artística notable.
Tal vez se pueda ver un poco pasada de moda en cuanto al empleo de algunos recursos del lenguaje cinematográfico, como por ejemplo el constante empleo de las ruedas del carrito para dar idea del paso del tiempo.
Pero sin embargo la película tiene una dulzura y un encanto especial, plena de sensibilidad y de madurez.
En muchos momentos nos da la impresión de ser cine oriental influido por algunas corrientes occidentales, sobre todo del estilo de realización, de empleo de paisajes y de resolución de algunas escenas muy parecidas al cine americano.
Tal vez esto esté influido también por el empleo en la banda sonora de música sinfónica y no de la meramente japonesa.
El problema planteado por el largometraje no es nuevo pero tiene, como decíamos antes, ciertos toques poéticos que le hacen atractivo.
Secuencias como la del arreglo de la cometa al niño por parte del protagonista o la del teatro posiblemente no sean fáciles de olvidar.
Ayuda a su mejor visión el espléndido y bello colorido que posee la cinta a pesar de ser el tan endeble procedimiento del Agfacolor que ya nadie emplea.
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