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CRITICA
Por: PACO CASADO
Dentro de la producción de cine en Andalucía hay películas que están realizadas por productoras consolidadas que hacen productos capaces de competir a nivel nacional, con presupuestos dignos e incluso llevarse un puñado de Goyas, caso de 'La isla mínima' (2015), por poner uno de los últimos ejemplos.
En cambio también existe una producción andaluza, que podríamos llamar independiente, que va por libre, que se hace con cuatro euros e incluso a veces pidiendo favores a los amigos que colaboran más o menos desinteresadamente que con su nombre ponen un cierto atractivo en el cartel.
Este segundo ejemplo puede ser sin duda el de 'Maldita venganza' (2015), en la que el debutante director sevillano David Chamizo dirige esta road movie con tintes de cine de terror mezclado con algo de comedia y de cine social en el que se denuncia el maltrato a sus empleados por parte de Don José Luis, un despótico empresario al que le temen responder por no quedarse sin trabajo, a los que incluso acosa físicamente, que protagonizan actores andaluces como el malagueño Chema Álvarez, la sevillana Susi González, la cordobesa Irene Lázaro y la jerezana María Espejo, junto a las colaboraciones de conocidos rostros como el del bailaor Antonio Canales, el del presentador Juan y Medio y el del cómico Manu Sánchez.
El film cuenta la historia de Jose, un pobre carnicero que se ve acosado e intimidado por su esposa, que le insulta y le humilla a diario, que tan sólo es feliz cuando duerme y sueña con un paraíso playero con espléndidas chicas en bikini, hasta que un día recibe una maldición, un mal de ojos, que le priva de su dulce sueño y ve a la gitana por todos lados y a todas horas, lo que poco menos que lo vuelve loco.
A partir de ahí la cinta toma el camino de la road movie cuando Jose se ve obligado a huir en compañía de su amigo Pablo Emilio, en una aventura sin retorno, desmadrándose totalmente y entrando en una espiral de violencia sin el más mínimo control ni sentido.
El guion es bastante flojo, con una historia deslavazada, el ritmo brilla por su ausencia, la dirección es nula, la puesta en escena sin imaginación, mal montada y la interpretación es totalmente de actores plenamente amateurs, salvándose las tablas de Manu Sánchez y el desparpajo de Ignacio Andreu.
No hay excusa de que se haya dispuesto de un corto presupuesto, cosa que se ve a todas luces, ya que la imaginación no cuesta dinero, aunque sí el adquirir unos conocimientos mínimos para hacer una película que al menos sea un producto discretamente decente.
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