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CRITICA
Por: PACO CASADO
Es la primera vez que una producción colombiana, aunque sea en coproducción con Argentina y Venezuela, ha sido nominada a la mejor película de habla no inglesa, lo cual es una rareza, ya que ese país hace un escaso número de ellas cada año.
En realidad diríamos que son dos producciones en una ya que lo que cuenta es la aventura de cada uno de estos dos hombres, del alemán Theodore Koch-Grunberg y la del norteamericano Richard Evans Schultes; la primera realizada en 1909 mientras que la segunda lo hizo en la década de los años 40 al 50, pero ambos buscaban lo mismo, aunque las experiencias fueran algo distintas en sus relaciones con los indígenas que poblaban aquellas tierras en su recorrido hasta llegar al final de la misión que ambos se habían impuesto.
Cuenta cómo esos exploradores extranjeros, el alemán y el botánico norteamericano, que viajaron al Amazonas colombiano en la primera mitad del siglo XX buscando una planta sagrada, con la ayuda en ambos casos de Karamakate, un chamán, el último superviviente de su tribu, que fue en su día muy poderoso y ahora vive en aislamiento total voluntario en lo profundo de la selva.
Lleva dos años solo y se ha convertido en chullachaqui, que en su idioma significa, "una cáscara vacía de hombre", privado de emociones y de recuerdos.
Pero su vida da un vuelco el día en que a su remota guarida llega Richard Evan, un etnobotánico americano en busca de la yakruna, una poderosa planta oculta, capaz de enseñar a soñar y accede a acompañarle mientras va recuperando sus recuerdos perdidos.
El viaje pone de manifiesto la degradación de la selva tras el paso del hombre y la forma primitiva que tienen los indígenas que pueblan aquellas tierras.
El film ofrece una nueva visión de los efectos del colonialismo en la cultura local desde los ojos del nativo de América del Sur, a los que tan sólo ha llegado la civilización a través de las misiones religiosas.
Al mismo tiempo critica lo que el hombre blanco ha hecho con la naturaleza en la que los colombianos recolectaban el caucho, una mercancía muy preciada en aquellos años, lo que motivaba que esclavizaran a los indígenas para que les ayudaran, de ahí que temieran la llegada del hombre blanco, depredador capitalista al que identificaban con ellos, a los que temían porque suponía a veces la desaparición de algunas tribus.
El colombiano director Ciro Guerra da ocasión a los nativos a denunciar los efectos de la colonización en este relato de amistad, traición, cultura, ciencia y religión el que se trata de aunar dos mundos tan distintos.
Recuerda el cine de Werner Herzog, con una fotografía de David Gallego en blanco y negro bastante empastada, con un notable uso y composición de los planos, que tal vez hubiera lucido más en color, aunque muy distinta en resultado al estilo del realizador alemán, ya que ésta tiene un carácter casi de documental en muchos momentos de la trama, que resulta alargada de manera innecesaria, al hacerse repetitiva, con escenas gore, que hablan sobre la destrucción de este pueblo indígena.
La verdad es que la cinta no emociona, únicamente tiene el interés en la curiosidad de lo que cuenta aunque el ritmo y el metraje no ayudan a ello.
Posiblemente contar una sola historia le hubiera beneficiado.
Nominada al Oscar a la mejor película en lengua no inglesa. Premio Cicae en el Festival de Cannes. Mejor film en los festivales de Costa Rica, la India, Lima, Mar del Plata, Odessa y Asia Pacific. Mejor director en Palm Springs. Mención de honor en el Festival de Hamptons. Cuatro premios Fénix. Premio Alfred P. Sloan en el Festival de Sundance.
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