Afortunadamente, de nuevo, se cree y se persigue a la Ballena Blanca. Se vive un retorno a la epopeya, perdida por la mediocridad y el buen sentido.
Afortunadamente, de nuevo, se cree y se persigue a la Ballena Blanca. Se vive un retorno a la epopeya, perdida por la mediocridad y el buen sentido. Ha llegado al fin la estampida onírica que agrupa, en avance desbocado, a James Bond la chica de oro, “Spectra”; las películas de episodios; Raquel Welch, en la Prehistoria; le magazine de l’homme moderne, “Judex”; Ursula Andress y su pijama de serpiente; el reinado de la ciencia ficción; los aullidos de Antoine, el de las camisas floreadas; los cómics; Ira de Furstenberg, su sarong y sus colts; Steve McQueen en moto; Irina Demich y su jaguar guardaespaldas; el Bagdad de Hollywood en las “boutiques”; Margaret Lee, encadenada y vestida con piel de leopardo; el opsexy de Mireille Darc; Peter Sellers, en la casa del Jeque de Arabia; Preminger, contra Batman, etc…
Todo un giro dado frente al infrarrealismo prudente y mate de una época decadente, cerrada en si misma, en la que la fantasía se enjauló en la sangre de los primitivos y en la fiebre de la serie B.
Es el momento de regresar a Douglas Fairbanks, expansivo esgrimista; a Maciste, los sabios locos a la conquista del Universo; Ridder Kaggard, los encapuchados; Savage Cat Women, las ciudades prohibidas; Los Nibelungos, escudo con escudo, se retiran ordenadamente; el coronel Cameron al asalto de las trincheras de la Unión.
Es el momento también de recordar a Robín y Olivia en la escalera; a la incansable pereza de Dalila; a Glenn Ford con el pelo aplastado atrás.
No sé si hay que hacer cine 67 con un tipo alto, fuerte, guapo, con bigote, que bebe, ama, mira el horizonte, gana siempre y es feliz y multicolor.
Quizá no se deba hacer ya.
Las grandes películas viejas no han sido superadas. Quedan inmovibles, ricas, llenas de vida, por descubrir y muy espesas, pero se ha invalidado su jerarquía.
Pasa que “El forastero” es ahora interesantísimo, porque Gary Cooper es el malo y Walter Brennan el bueno. Al fin permanece la historia de Gary Cooper y Walter Brennan, el calculador y el soñador, y hoy la podrían hacer Tony Curtis y Jack Lemmon.
Es un viejo problema. Los grandes artistas narrativos son aquellos en cuya obra es simultánea la presencia del autor y de sus personajes, independizados del mismo. Pocos escritores han logrado crear personajes con vida (y moral) propia. Puede reconocerse que Dostoyewski crea una fauna con moral independiente a la del autor, mientras que Hesse no puede sino salir en sus páginas. El caso no es oportuno, y no se trata sino de aplicarlo y entenderlo en su desnudez.
Los grandes realizadores han creado personajes y situaciones dramáticas independientes de su moral y de su presencia proyectada en los mismos.
La desmitificación a ultranza tras un riesgo: el vacío, lo inerte. Era aquel hombre que decía que una mujer era pelo, brazos, cara, aparato respiratorio, circulatorio y digestivo, órgano sexual y piernas. Evidentemente había desmitificado. Su definición era analíticamente correcta. ¿Es suficiente lo correcto?.
La disección exige la muerte, ¿Debe ser el cine (y por consecuencia la crítica de cine) un taller de taxidermia? ¿Se debe suprimir el verbo para que haya calificativo? Es indudablemente posible una crítica de la vida sin disecarla, sin prescindir de los elementos motores. Hasta qué punto unas opiniones erróneas e insuficientes de los clásicos son traicionadas en sus mismas obras, sería un problema apasionante. Hasta qué punto la asimilación de la vida, lograda en la madurez, desborda el propio esquema inicial o visión de vida y factores contradictorios convergen progresivamente a lo largo de los films.
De cualquier modo el cine más nuevo es, crítico y dramático, crítico y en ocasiones mítico.
Los últimos realizadores de mayor impacto no se conocen en España pero Peckimpah, Siegel, Edwards, Kachyna, Schoendoerfer, Franju (en parte, a su pesar), van en avanzada. Tras ellos.
Texto escrito por M. MARINERO en 1966