Este año 1965 será el año de Rossellini. En febrero, la televisión ha comenzado a transmitir las cinco entregas, de una hora cada una, de su último...
Este año 1965 será el año de Rossellini. En febrero, la televisión ha comenzado a transmitir las cinco entregas, de una hora cada una, de su último film “L’eta del ferro”. Se trata de una obra completamente nueva no sólo respecto a lo que Rossellini ha hecho hasta ahora, sino respecto al cine en general. Las entrevistas de Rossellini en “Cahiers du Cinéma” conciernen sólo a un aspecto de esta obra monumental. Pues no se trata simplemente de un film didáctico sobre la evolución del hierro a través de los siglos, sino de un film compuesto: 1) de representaciones dichas por el mismo Rossellini; 2) de montaje de actualidades, la última parte del segundo episodio, todo el tercero y todo el quinto; 3) de nuevo montaje de films preexistentes; 4) sobre todo, de numerosos trozos de ficción que ilustran, a veces brevemente, a veces con mayor amplitud, los diversos periodos históricos en los que el hierro fue protagonista. Quede, sin embargo, subrayado que se trata, antes que de un film sobre el hierro, de un film sobre el hombre, aunque ligado a la evolución del mineral.
Son las costumbres, los hábitos, el comportamiento del hombre, los que interesan a Rossellini. “L’etá del ferro” es el film de un hombre libre que, después de haber elegido la estructura que le permite la más amplia desenvoltura, se ha impuesto el mayor rigor. De esto resulta un film de una simplicidad digna de Griffith. Un film que, recordando visiblemente “Francesco giullare di Dio”, parece rodado en 1912, un film en el que los movimientos de cámara, zoom, efectos de montaje, parecen usados por primera vez en la historia del cine. Rossellini se ha acercado a la historia sin complejos de anticuario, de referencia cultural, con la mayor simplicidad, procurando y logrando tomar lo esencial de cada gesto, de cada suceso, sin despojarlo de lo necesario. Un film rigurosamente mental porque tiende a resarcir la visión del hombre contemporáneo de una totalidad perdida. Un film que se permite inventar episodios absolutamente inútiles para los fines de una naración con argumento pero esenciales para la definición del hombre que es su fin último. Un film que es didáctico y dramático, cómico y apasaionante: un burlesque y un western, un film de Flaherty y un film de Godard, Lumiére y Meliés en 1965.
1964 se ha cerrado bellamente con la presentación de “Prima della rivoluzione”, de Bernardo Bertolucci. Este jovencísimo director italiano se había puesto en candelero con su primer y muy flojo film “La commare secca” (1962), “Prima della rivoluzione” es la historia de un joven burgués de Parma, Fabrizio que cree poderse separar de su mundo adhiriéndose al PCI, pero su relación con una tía, Gina, que ha venido a Parma a consecuencia de una nerosis que padece, le hará descubrir la complejidad de la vida para la que su comunismo teórico resulta insuficiente.
Se trata de una historia extremadamente actual, Fabrizio es un joven italiano bastante característico, y su crisis, debida a un conflicto entre vida e idología, está muy difundida entre los jóvenes, aunque poco confesada. Bertolucci ha rodado un film en el que la confusión y certeza se desarrollan en un razonamiento orgánico. En el personaje de un maestro comunista ha afirmado su confianza en el marxismo, en el de Gina, su seguridad en la vida, En Fabrizio la crisis de una esperanza juvenil todavía teórica. Principalmente, Bertolucci ha sabido restablecer una imagen crítica, pero al mismo tiempo llena de amor, del mundo burgués, un mundo burgués en eclipse que parece revelar en el último rayo de vida sus dulzuras más profundas, las mismas que atraen a Fabrizio como un cálido seno en el que refugiarse.
Estilísticamente el film quiere estar mucho más cercano a la escuela francesa que a la italiana. Pero, no obstante las continuas referencias cinematográficas, en las que Bertolucci demuestra una asidua frencuentación de las salas oscuras, el suyo es un lenguaje personalísimo y moderno que sabe amoldarse a las variables exigencias del personaje sin sobrepasarlos jamás.
La búsqueda continua, casi experimental, de un lenguaje, de un nuevo modo de expresarse, es el dato que une el film de Bertolucci, que queda como el más logrado, con aquellos más recientes de Antonioni “El desierto rojo”, de Pasolini, “El evangelio según San Mateo”.
En “El desierto rojo” Antonioni rompe con el carácter de definitivos que tenían sus últimos films, especialmente “L’eclisse”.
Si “L’eclisse” era un film de afirmaciones, “El desierto rojo” es un film mucho más moderno y actual, de interrogaciones, de incertidumbres Quizá el calor ha obligado a Antonioni a una relación más concreta con la realidad (hay que notar la ausencia de todo simbolísmo inmediato), tal vez el mismo argumento del film le ha suministrado los elementos para una mise en scéne auténtica.
Crónica publicada en 1965 en la revista Film Ideal.