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CRITICA
Por: PACO CASADO
El iniciador de lo que se dio en llamar cine andaluz con su ópera prima 'Manuela' (1976), Gonzalo García Pelayo, tras un tiempo que abandonó la dirección cinematográfica, dedicado a otros menesteres como el juego en los casinos y las apuestas, regresó recientemente a la realización y ahora nos ofrece su última película, de momento, quien en su día fue el productor de los discos de la banda de rock andaluz Triana, que vuelve a ponerse tras las cámaras para dirigir esta producción que pretende recoger el espíritu del rock andaluz de los años 70 en este film sobre el grupo, formado por Jesús de la Rosa, Juan José Palacios y Eduardo Rodríguez Rodway, este último único superviviente, para revisar el legado del emblemático conjunto.
La memoria de ellos, a través de sus canciones, no se ha perdido, incluso es posible que haya aumentado.
Es una cinta de no ficción, pero no un documental al uso, que comienza en el cementerio de Villaviciosa de Odón donde reposan los dos fallecidos del grupo para emprender el camino hasta Barbate pasando por Sevilla con los sitios más emblemáticos que ellos pisaron e hicieron popular al grupo, siempre sonando sus canciones de fondo.
Una joven que se siente atraída por la historia y la música de Triana al conocer que varias personas van a dedicar un homenaje a través de un concierto, se une a ellos.
La película pretende representar lo que supuso Triana en la cultura musical andaluza con sus canciones, otra cosa es que lo consiga, a través del caótico guion que incluye muchas escenas que se podían haber suprimido perfectamente, que nada dicen, ni aportan, tal vez tratando de hacer más agradable esta historia a través del humor de Jorge Cadaval o de Alfonso Sánchez, mientras que Javier García Pelayo nos propina su propia filosofía barata.
A pesar de sus escasos medios de producción (600.000 €) la fotografía podía haber sido un poquito más cuidada así como el montaje ser menos ecléctico.
La abundancia de los temas del grupo que suenan de fondo en la banda sonora nos llevan a la nostalgia de otros tiempos.
'Todo es de color' en su conjunto nos recuerda, no sabemos por qué, a otro caótico film de Gonzalo García Pelayo como 'Vivir en Sevilla' (1978).
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