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CRITICA
Por: PACO CASADO
La producción australiana no nos suele llegar con frecuencia, aunque algunas de ellas se confunden con las del cine americano ya que muchos de sus actores emigraron a Hollywood.
La acción se desarrolla en Australia en el año 1951. Myrtle Dunnage, más conocida como Tilly, es una atractiva mujer con gran talento, de profesión modista, que tras muchos años de trabajo en las casas más exclusivas de moda de París, regresa a Dungatar su pequeño pueblo (ficticio) en una región al sudeste de la Australia rural para recuperar la relación con Molly, su excéntrica madre, y rendir cuentas al pasado corrigiendo los errores y vengarse de quienes la forzaron a marcharse cuando aún era una niña.
Con su máquina de coser y su estilo de alta costura va transformando a las mujeres de su entorno como una forma de seducirlas, haciéndolas sentirse guapas, poniéndolas de su parte, dándoles un falso sentimiento de esperanza, al tiempo que ejecuta su dulce vendetta con los que le hicieron el daño que le produjo un trauma infantil, entre ellos el concejal Pettyman que la odia y trae a una costurera para hacerle la competencia, mientras ella se enamora de Teddy McSwiney, el joven más atractivo del lugar.
Un drama con matices cómicos sobre el amor y la alta costura que Tilly utiliza como arma para su venganza, cuyo guion está basado en la primera novela de Rosalie Ham, 'The Dressmaker', publicada en el año 2000, que tiene un cierto carácter autobiográfico basado en su madre, en la que cuenta cómo ella tuvo que irse por un suceso que ocurrió en su infancia del que le echaron las culpas y fue deportada a un orfanato de Melbourne del que escapó siendo ya mayor y afincándose en Francia donde en París aprendió a coser y a trabajar en las casas de alta moda como Balenciaga o Christian Dior.
El guion mezcla una serie de géneros que van desde la comedia a la tragedia, pasando por el thriller, la sátira o el romance amoroso, todo ello ambientado en una trama que tiene aspecto de western, que recuerda cuando el forastero llega al pueblo y lo revoluciona todo con lo que pretende llevar a cabo.
Cuando ya parece que va a terminar la historia da un giro inesperado y nos damos cuenta de que falta la mitad de la trama que ha transcurrido de forma divertida casi sin darnos cuenta.
Todo ello está enmarcado en un bello paisaje al que le saca partido una exacta fotografía y una buena ambientación de la época en que se desarrolla la acción.
A ello hay que añadir el capítulo del vestuario cuyos modelos harán disfrutar al elemento femenino.
Kate Winslet aporta la sensualidad, la belleza y la elegancia que requiere el personaje de Tilly. Judy Davis en el papel de Molly la loca, la madre, está fantástica siendo uno de los personajes más divertidos de esta historia que es excesiva por momentos, pero no aburre nunca, se deja ver muy bien, los actores están correctos destacando Hugo Weaving en el papel del sargento Farrat, un policía muy particular cuyo carácter algo tuvo que ver en lo ocurrido a Tilly que no recuerda bien lo que pasó.
La dirección corre a cargo de la australiana Jocelyn Moorhouse, la directora que debutó con La prueba (1991) que para su cuarto film se encargó también de hacer el guion junto con su marido P.J. Hogan, en el que se critica la maledicencia propia de los pequeños pueblos en los que todos los vecinos se conocen, abundan las rencillas personales y se ocultan tremendos secretos que nadie se atreve a descubrir.
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