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CRITICA
Por: PACO CASADO
Muchos meses después de recorrer el norte de Inglaterra de restaurante en restaurante, Rob Brydon recibe el encargo del periódico The Observer de hacer un nuevo viaje gastronómico para escribir una nueva serie de reportajes, esta vez por Italia, y llama otra vez a su amigo Steve Coogan para que le acompañe a hacer la ruta en un Mini, siguiendo los pasos de los escritores ingleses George Gordon Byron más conocido como Lord Byron y Percy Shelley Bysse que se exiliaron al país italiano.
Los dos actores y amigos conducen por varias zonas mientras vuelven a discutir una vez más sobre cuestiones de la vida, el amor, el cine, con sus conflictos y problemas, mientras disfrutan de las mujeres y de sus mejores y más espléndidas comidas, en un viaje por carretera alrededor de Italia visitando Liguria, Toscana, Roma, Amalfi y terminado en Capri, en una comedia británica que abre el apetito.
Hace unos años se rodó la primera parte que se llamaba 'The Trip', (2010) que estaba extraída de la serie televisiva de igual título, que era lo mismo pero por Inglaterra, y de nuevo se estructura a través de sus conversaciones improvisadas en coche, en distintas localizaciones y restaurantes, con unas comidas de diseño, con platos deliciosos, estupendos hoteles, contemplando a su paso paisajes maravillosos.
Como ya sucedía en la primera entrega los dos amigos se pasan todo el tiempo improvisando e imitando a actores famosos como Michael Caine, Marlon Brando, Anthony Hopkins, Tom Hardy, Al Pacino, Dustin Hoffmann, recrean escenas de 'El Padrino' entre otras, se ríen de los que han hecho de James Bond, de Hugh Grant, de Clint Eastwood o de Humphrey Bogart y hacen referencia a 'Te querré siempre' (1954), dirigido por Roberto Rossellini, con Ingrid Bergman y George Sanders cuyo título original era el mismo o La burla del diablo, de John Huston, visitando el hotel donde se rodó.
Esta tiene el mismo problema que la anterior, en la que los dos protagonistas no paran de hablar y no siempre nos interesa lo que cuentan, además de ponerse ya un poco pesados con sus imitaciones.
A lo largo de la trama, para darle un poco de variedad, se introducen unas llamadas a casa para saber de la familia, un paseo en un velero, una visita al museo del Vesubio con los cuerpos petrificados por la lava y breves planos de las diferentes cocinas preparando los platos que se van a servir a continuación, aunque no siempre nos enteramos de lo que comen.
El film se compone de un poco de turismo gastronómico y apuntes sobre la amistad, la crisis generacional, la profesión de actor y sus problemas.
Mientras viajan podemos oír la música de clásicos como Strauss o Gustav Mahler y de autores más actuales como Michael Nyman.
La cinta resulta algo rutinaria y alarga demasiado el mismo esquema que ya conocemos de la primera y quizás por ello se hace más monótona, ya que tampoco explota demasiado la belleza de los espléndido paisajes italianos.
Ya se está filmando lo mismo en España, con la idéntica dinámica de hablar de comida y del turismo.
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