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CRITICA
Por: PACO CASADO
El cine independiente norteamericano parece estar hecho de cara a los festivales para ganar premios que les sirvan de promoción ya que por lo general está realizado con escasos presupuestos y no se puede permitir el lujo de grandes dispendios publicitarios.
Esta es la historia de Jake, un adolescente que vive en Manhattan, que se muda con su familia a Brooklyn, tras la muerte de Max, su abuelo, y trama amistad con Tony, un chico hispano de su edad, hijo de Leonor.
El abuelo alquilaba a Leonor Calvelli, su vecina chilena, el local de abajo donde ella tiene su tienda de ropa, por un precio simbólico. Ahora el padre de Jake, Brian Jardine, y la tía Audrey, quieren subir el alquiler tres veces lo que pagaba pero Leonor se resiste.
Los dos chicos, Jake y Tony, de 13 años, tienen las mismas aficiones: el arte, los videojuegos, las chicas, pero sus familias se verán enfrentadas por la tienda que el anciano le cedía por poco dinero.
Ellos tratan de detener el efecto que el enfado entre las familias tiene en su amistad y toman una forma de protestar, pero los dos amigos no serán los mismos tras ese verano.
Es un drama indie norteamericano de los que van a festivales, como Deauville donde ganó premio, que es el típico que habla de los contrastes entre sus costumbres, sus culturas y pasa del ruidoso Manhattan al tranquilo y familiar Brooklyn y de la pareja compuesta por Brian un actor y Kathy una doctora psiquiatra a Leonor una humilde tendera.
Una fábula social que plantea preguntas y que demuestra cómo las decisiones de los padres influyen en la vida de los hijos, al tiempo que toca el conflicto de la vivienda, la economía precaria, la familia, la amistad entre otros temas.
Con 'Keep the lights on' (2012) y 'El amor es extraño' (2014), 'Verano en Brooklyn' (2016) cierra la trilogía sobre Nueva York de Ira Sachs, cuyo lugar en el cine indie americano ha sido reconocido con una retrospectiva en el MOMA.
Aquí nos ofrece una mirada fresca de una etapa de la vida en la que todos los sueños parecen realizables y una reflexión sobre los desencuentros entre padres e hijos, cuyas formas de ver el mundo son muy distintas.
La séptima película de Ira Sachs desarrolla una bonita relación basada en la empatía, el descubrimiento y la complicidad.
Esta vez el director estadounidense, siempre interesado por las relaciones familiares y personales, logra una cinta sobre la amistad, la familia y el cambio de la adolescencia a la madurez.
A partir de necesidades tan humanas y relaciones complejas expresadas de forma sutil, se cuenta esta historia de esos dos adolescentes en esos momentos de su vida que empiezan a decidir en qué se van a convertir y cómo las decisiones de los adultos les afectan cuando los chicos están cambiando.
Una fábula emotiva que habla de la creatividad y la inocencia en la adolescencia y reflexiona sobre la toxicidad del dinero y su influencia en las relaciones humanas.
Un film pequeño, costumbrista, con una historia mínima de la que gustaría saber más, situada en un ambiente neoyorquino, con un reparto que actúa de forma muy natural, como el padre Greg Kinnear y la inquilina Paulina García que se llevan la palma, lo que le da una visión realista y sensible a las relaciones humanas, que está contado con ritmo despreocupado tan habitual en el cine independiente.
Gran Premio especial en el Festival de Deauville.
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