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CRITICA
Por: PACO CASADO
Hacer una ópera prima siempre es arriesgado. Los directores jóvenes quieren decirlo todo en la primera película y suelen introducir muchos temas. A veces huyen de lo comercial para que no les tachen de tales, tratando de hacer un cine de autor que a la postre, si no funciona en taquilla les condena a no hacer el segundo film.
Manane Rodríguez, directora uruguaya afincada en España, ha tratado de dar su visión de una mujer libre e independiente, liberada de todo compromiso menos el profesional.
Ella es abogada especializada en divorcios, pero no quiere atarse a ningún hombre, tal vez porque la experiencia que vive a diario con sus clientes así se lo hace notar.
Pero por otra parte hay momentos en que se encuentra sola y siente la necesidad de la compañía, aunque sea esporádica, del sexo opuesto.
En este sentido la relación que establece con el esposo de una de sus clientes divorciada o en trámite de separación, no nos parece muy ética.
Ha tratado de darle al guion una forma de puzzle, construido a base de momentos de esta mujer y de las amigas que le rodean que se encuentran en similares circunstancias, pero nos da la impresión de que algunos de los fragmentos no acaban de encajar muy bien.
Hay personajes que no se justifican en su actitud o tal vez no están bien definidos, como ocurre con la alcohólica interpretada por Miriam Mézières.
Por otra parte adopta el recurso fácil de exponer sin tomar partido dejando el final abierto a que cada uno elija la solución que mejor le plazca.
Lo mejor de la cinta, que a veces aburre, es la utilización de algunos rostros de actores jóvenes poco conocidos que se comportan bien, con naturalidad y desenvoltura ante las cámaras, como es el caso de la protagonista Paulina Gálvez, o de Ginés García Millán.
La película resulta curiosa y desde luego se nota que es cine feminista, hecho por una mujer con hombres al fondo.
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