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CRITICA
Por: PACO CASADO
El cine español se desmarca esta vez de la moda del thriller y nos cuenta un drama personal, romántico y familiar sobre Diego Padilla, un hombre que se convierte en campeón de España de ajedrez en 1934, pero tras el estallido de la Guerra civil española se ve obligado a exiliarse a Francia, donde se establece, junto a su esposa Marianne Latour, y Margaux la hija de ambos.
Ella es una periodista francesa de quien está enamorado perdidamente con la que se casa y cuando le pide que huya acepta.
Pero un tiempo después de llegar a su destino, París, Padilla es acusado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial de ser un espía y acaba encerrado en una prisión de las SS, donde intentará sobrevivir ayudándose de sus conocimientos del ajedrez, juego al que es muy aficionado el oficial al mando, el coronel Maier.
En esta odisea Padilla conocerá el horror de perder lo más importante, la epifanía del amor en tiempos desesperados de guerra y la miseria moral que arruinaron los sueños de un hombre bueno, de una persona para la cual el ajedrez es su vida, pero su vida no es sólo el ajedrez, sino también el amor de su esposa y de su hija.
El guion está basado en la novela homónima de Julio Castedo, publicada en 2009, adaptada por el propio autor, que narra esta historia de amor y de supervivencia en tiempos de guerra.
Luis Oliveros, director de 'Pata negra' (2000), lleva a la pantalla esta novela, que es una pura ficción, ya que no hubo campeonato de ajedrez en España en 1934, y con 'El jugador de ajedrez' (2016) hace su segundo largometraje.
Pudo haber ocurrido y estar sucediendo ahora con los refugiados con unas circunstancia similares.
Padilla huye de la guerra española y se encuentra tiempo después en París con la guerra europea más dura aún si cabe.
El personaje no existió, pero sí algunos que tuvieron que hacer cosas para los nazi y en ello se inspiró el novelista y a la vez guionista.
Tampoco el de Marianne, la periodista luchadora que acaba siendo una mujer muy práctica que tiene que alimentar a su hija Margaux y sobrevivir bajo la ocupación nazi, que es vilmente engañada.
Es una metáfora sobre la supervivencia de un hombre enemigo de los extremismos y de la violencia que se ve arrastrado a sobrevivir a la miseria y la barbarie.
Un ser ordinario, íntegro, inocente, no es un héroe, podía ser cualquiera metido en una situación tan cruel como esa y con la obligación de sobrevivir y lo hace a través de lo que más sabe, el juego del ajedrez en el que jugó la mejor partida de su historia que le ayudó a salvar su vida.
Es un film realista, con un estilo sobrio y sencillo, lleno de sentimientos, de valores y temas universales que trascienden, donde la guerra pone el sufrimiento y el ajedrez realiza finalmente el jaque mate de la vida.
La cinta tiene un escaso presupuesto para tener que hacer una ambientación de época que está muy cuidada, una narración y puesta en escena muy clásica y académica pero algo plana y fría con diálogos explicativos de este melodrama, con suaves movimientos de la cámara, con escenas de amor, de guerra, de intriga y de supervivencia y donde se reflexiona sobre esas circunstancias especiales en las que se ven metidos los protagonistas de esta historia en la que algunos personajes se quedan sin recibir el castigo que merecían por sus actuaciones como testigos de unas atrocidades en las que al no comprometerse les convierten de alguna manera en cómplice de ellas.
Está bien contada, con un reparto en el que todos sus componentes están bastante correctos.
Marc Clotet cumple. A valorar el trabajo de Melina Matthews y el resto de secundarios están bien escogidos.
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