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CRITICA
Por: PACO CASADO
Nueva película del guionista y director israelí Joseph Cedar, la quinta de su filmografía, del que hemos visto 'Pie de página' (2011), que rueda por primera vez en Estados Unidos y con la que cambia de género con la historia de Norman Oppenheimer, un pobre hombre de negocios, que vive en Nueva York, un embaucador, sin ego ni fortuna, que trata de abrirse camino en los laberintos del poder.
La historia se centra en sus andanzas, de quien poco conocemos, dónde vive, quién es su familia, que esconde algo y presume de tener conexiones muy importantes. Parece que todos lo conocen, pero la verdad es que nadie sabe nada de él.
Un día, por casualidad, hace un favor a Micha Eshel, un joven político, subsecretario de comercio israelí, al comprarle unos zapatos; años después éste asciende rápidamente y se convierte en un líder mundial al proclamarse Primer ministro de su país y Norman intentará aprovechar el momento en las esferas más privilegiadas de la sociedad para obtener sus beneficios y cambiar su vida, pero la situación le superará y está a punto de provocar una crisis mundial.
Un film que habla de la política, a través de este hombre extraño que intenta poner en contacto a políticos e inversores para llevar a cabo importantes operaciones de las que obtener sus correspondientes comisiones, cuya ilusión es ser alguien notable en las altas esferas de la política y la economía.
Norman, un solitario e irrelevante personaje, asegura que hay dos clases de magnates, los que hacen ruido estando en fiestas y apareciendo en los medios y los que son más discretos, prefieren el silencio y casi el anonimato.
Norman es lo que en mi pueblo en su momento se llamaba un corredor de comercio y que ahora pomposamente se le llama un conseguidor, un arreglador o un broker como hemos visto recientemente muy palpablemente en 'El caso Sloane' (2016) o lo que entendemos en España como un político corrupto que se lleva el tres por ciento de las operaciones que consigue.
El guion es algo farragoso, con un tema un tanto árido que no interesa a todo el mundo, resultando demasiado largo y bastante repetitivo, con tanto ir de un sitio a otro, sin apenas salir de la calle, sin saberse dónde duerme o qué come, si es que lo hace, sin cambiar nunca de vestuario, sobre el que nos queda un mar de dudas sobre su vida privada y ganas de saber más, que termina por ser una caricatura de ese tipo de personas tediosas, un farsante, un sinvergüenza, un charlatán, que va siempre engañando, que vive de sus falsedades, un ser ambiguo y despreciable que no es necesario en la sociedad, aunque intente siempre ser positivo.
Se busca la manera de salir adelante, se cree alguien que no es, se inventa una vida que no existe y se cree sus propias mentiras, pero termina siendo un ingenuo que más que aprovecharse de los demás son ellos los que sacan beneficio de él.
Generalmente esa clase de personas no terminan bien, porque acabará descubriéndose su juego y fallándoles sus pretendidos contactos finalmente.
Una fábula sobre el tráfico de influencias, de cómo se gestionan a veces los acuerdos comerciales y cómo contactan las personas, que tiene apuntes interesantes sobre ese tema en la política y los favores que se hacen que a veces lleva a la corrupción moral.
El principal reclamo es Richard Gere con un gran trabajo en un papel muy diferente a los que le habíamos visto hasta ahora en el que está francamente bien, muy apoyado por los demás actores del reparto, con unos secundarios importantes, pero su personaje es bastante irritante ya que si consigue algo es insistiendo.
La dirección de Joseph Cedar tiene poca capacidad para darle una mayor credibilidad al personaje.
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