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CRITICA
Por: PACO CASADO
Jean-Christophe Comar, Pitof, era experto en efectos especiales, y con este film hace su ópera prima como director.
Ha elegido un personaje real, Eugene François Vidocq, un presidiario que fundó la policía francesa, después investigador privado, que puso las bases de la moderna investigación, en el que se inspira.
El resto del argumento es pura invención. Tras su muerte, un largo flash back nos cuenta cómo luchó contra El alquimista para descubrir sus crímenes.
Pitof hace un thriller gótico, llevado a ritmo vertiginoso, y con la técnica que domina de los efectos especiales, recrea el París de 1830, en el que sitúa la acción.
El guion posee una estructura clásica, una trama sencilla pero confusa, densa a veces, y falla en un final sacado de la manga. Pitof se excede con un montaje en corto para ocultar sus defectos, los mismos de los que adolece el cine de acción actual, en el que no se ve nada y nunca sabemos donde nos encontramos.
Se estropea así una ocasión de combinar tradición y modernidad, de mezclar el más rancio sabor del viejo folletín con la más alta tecnología de video digital de última generación en que ha sido rodada la película.
Porque el espectador lo que quiere es que le interesen los personajes y que se le cuente una buena historia, al servicio de la cual estén los efectos visuales y no al revés.
Correcto trabajo de los actores, buena ambientación y decorados. Un artificio estéril, debido al virtuosismo, para una cinta barroca, excesiva y delirante que abusa de la digitalización de las escenas de acción y artes marciales que no son de la época.
Premio de plata y premio a los efectos especiale en Fantasporto. Mejor film, maquillaje, banda sonora, efectos visuales y mejor director revelación en el Festival de Sitges.
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