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CRITICA
Por: PACO CASADO
Cuenta un encuentro inesperado y entrañable entre dos personajes muy diferentes en edad y en culturas distantes así como una odisea de amistad y de iniciación espiritual.
Sebastián lleva una vida anodina, vive con su novia, Jazmín, a la que cariñosamente le llama Gorda, cuando en realidad es flaca.
Ella trabaja y él labora con un coche de un modelo viejo pero bien conservado que heredó de su padre haciendo de conductor que es contratado para hacer viajes.
Un día, por azar, recoge a Jalil, un anciano musulmán enfermo, un poco cascarrabias y con gran sentido religioso, un cliente habitual al que suele llevar al hospital, que le pide hacer un viaje con él de 3000 kilómetros hasta La Paz, en Bolivia, para ver a su hermano con el que pretende hacer una peregrinación a La Meca, ya que ambos son árabes.
Se resiste en un principio, pero al quedarse sin trabajo su mujer, acepta la oferta para ganar algo más de dinero ante el suculento ofrecimiento.
El argumento de esta ópera prima de Francisco Varone, que también se encargó del guion, lo constituye esta road movie que emprenden ambos en el que se cuentan las peripecias que le suceden por el camino de diferente matiz.
Las relaciones de estos dos hombres al inicio son un poco tirantes, tratándose con cierto recelo, en las que Jalil impone como cliente algunas condiciones y Sebastián no tiene más remedio que aceptar como asalariado suyo, ya que le promete pagarle cada nueva modificación que surge, como recoger por el camino a Irma, a la que dejarán de paso, hacer una parada en una comunidad musulmana y algunas más durante el viaje.
Son dos caracteres muy diferentes, Sebastián es joven y egoísta, mientras que Jalil es viejo, sabio y decidido, al que a veces le cuenta un cuento del que saca sus enseñanzas siendo para él como un camino de iniciación, como el adolescente que se convierte en adulto, del que aprende, como dice el anciano, "cuándo cortar la cuerda".
Con el paso del tiempo y los kilómetros las relaciones se van ablandando, el vínculo se hace más estrecho, cada vez más íntimas y amistosas, a pesar de que fueran incompatibles de entrada, mientras se suceden situaciones cómicas y otras dramáticas con naturalidad y sencillez, a través de las cuales se van comprendiendo mucho mejor ambos, limando sus caracteres, a pesar de la gran diferencia de edad y de salud que hay entre ellos, para los que también cuentan las creencias religiosas respectivas, que se respetan escrupulosamente, pero Sebastián no será el mismo al final del viaje.
Uno de los pilares de este film es la absoluta confianza en los dos actores protagonistas, un versátil Rodrigo de la Serna y un veterano Ernesto Suárez, versado en los escenarios, que sin embargo a sus 72 años hace su debut en el cine, que están muy bien en sus respectivos cometidos muy humanos, entre los que se establece buen química y sobre los que descansa todo el peso de esta historia de redención.
En cuanto a la dirección hay que destacar la habilidad y la sensibilidad para hacer que la narración se desarrolle con fluidez, lo que supone un doble logro en esta cinta de su debut en el guion, al que tan sólo le pondríamos el reparo de no haberlo sabido terminar, y en la austera puesta en escena.
Premio a Ernesto Suárez en el Festival de Mar del Plata. Premio Bronze Alexander en el Festival de Tesalónica. Nominado a mejor actor Rodrigo de la Serna en los Premios de la Academia del cine argentino.
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