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CRITICA
Por: PACO CASADO
A lo largo de la historia del cine se han llevado a cabo algunos experimentos o ensayos a la hora de rodar una película que a veces han contribuido al desarrollo del mismo.
Esta vez el director Christian Carion se puso de acuerdo con su actor fetiche, Guillaume Canet, de no enseñarle el guion y que él improvisara su actuación sin saber más que lo elemental de la trama, en cada una de las situaciones en que se encuentra el personaje.
Carion se introduce esta vez en un film dramático que profundiza en los secuestros y las desapariciones, de tan triste actualidad.
El protagonista es Julien, un padre distanciado de su familia, con mala conciencia, que viaja alrededor del mundo constantemente debido a su trabajo de geólogo, que vuelve cuando se entera por Marie, su ex-mujer, de la desaparición de Mathys, su hijo de 7 años, durante una excusión, y decide investigar por su cuenta, ante la pasividad de la policía, tomándose la justicia por su mano, lo que lleva a cabo como una venganza.
Los progenitores del pequeño están separados y el padre se culpa de no haber visto suficiente a su hijo, pero esa distancia desaparece ante su pérdida.
Es un drama francés de intriga que tiene una media hora final llena de tensión y angustia con la particularidad de que el actor, al igual que el personaje, va pasando por diferentes momentos en los que no sabe lo que se va encontrar.
Durante la primera hora el actor conoce lo que le está pasando a Julien, es consciente, pero durante la última media hora hay más intriga y acción y no sabe lo que habrá detrás de cada puerta, con lo que las reacciones son más naturales y auténticas.
La trama se alterna con grabaciones caseras para que sepamos algo de las relaciones familiares cuando estaban juntos, lo que le provoca cierta nostalgia y sentido de culpa a Julián.
Es una cinta realista en la que el protagonista no es el típico justiciero americano, sino un hombre corriente que para enfrentarse a los secuestradores utiliza lo primero que halla.
El paisaje nevado contribuye a la frialdad de esta historia de suspense sobre un hombre que se ve empujado a la violencia mientras busca desesperado a su hijo, que nos habla de cosas que ya hemos visto en el cine muchas veces.
En esta su tercera colaboración entre el director Christian Carion y el actor Guillaume Canet, afrontan una historia convencional, casi de forma experimental, no en cuanto a la narrativa pero sí en lo referente a la manera de rodarla como contamos al inicio.
El trabajo de Canet está totalmente improvisado y hecho a base de frecuentes primeras tomas, sin repetición de las mismas, lo que le da una cierta frescura.
S i a esto se le une que el rodaje se llevó a cabo en seis dias nos encontramos con un experimento que persigue tener la mayor autenticidad posible, lo que se logra a través de una interpretación que dota al personaje de su propia desorientación.
Es una película convencional realizada de forma no habitual, con ambición y temeridad, con una historia que cuenta con un desenlace no habitual.
El director Christian Carion, del que hemos visto toda su filmografía, debutó en el largometraje con 'La chica de París' (2001) a la que han seguido 'Feliz Navidad' (2005), 'El caso Farewell' (2009), 'Mayo de 1940' (2015), y con 'Perdido' (2017) nos ofrece el caso de un padre ausente, separado de la esposa, que acude al saber que su hijo ha desaparecido.
La primera parte está bien pero en la segunda deja cosas por explicar. Se hizo sin guion y con el actor pactó las situaciones improvisando las acciones y los diálogos.
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