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CRITICA
Por: PACO CASADO
No todos los días podemos ver en nuestras carteleras una película brasileña, aunque sea con retraso, como ocurre con esta que comentamos, ya que las que nos llegan del otro lado del charco suelen ser, generalmente, argentinas o mexicanas, tal vez por aquello del idioma ya que no es necesario que sean dobladas al español.
La que nos llega en esta ocasión nos ofrece una historia muy humana, cargada de mensajes positivos acerca de la existencia del hombre y sobre todo para cuando las cosas no le van bien y pretenden acabar con la vida como es este el caso.
El protagonista en este relato es Julio César, un famoso psiquiatra que un día se coloca en la cornisa del piso 21 de un alto edificio de Sao Paulo desde donde desea tirarse para suicidarse.
Mientras se decide se acumula una gran multitud morbosa expectante, a donde llega la TV, la policía y un mendigo vagabundo que, decidido, sube y se planta en la misma cornisa que él tratando de convencerle de que no merece la pena suicidarse, ya que los suicidas no pretenden matarse sino únicamente matar su dolor.
Él vende algo que no se puede comprar con dinero, una coma para que los suicidas puedan seguir escribiendo su historia.
Tras convencerle de que se baje, éste le sigue a su casa que no es otra que la calle y a su lado aprende que todos merecemos una segunda oportunidad o que no se muere cuando el corazón se para sino cuando se deja de sentirse importante, ya que no se puede huir de uno mismo.
Este extraño mendigo, es como una especie de profeta que cree que el verdadero éxito es la obtención de lo que el dinero no puede comprar y alienta a las personas a seguir sus sueños.
Debido a que la televisión ha estado presente en el intento de suicidio de Julio César, el vendedor de sueños se ha hecho viral en las redes sociales, convirtiéndose en lo que hoy día se llama un influencer en torno al cual se ha creado un gran número de seguidores en las redes sociales y se ha transformado en un personaje de culto al que todos siguen.
Este es el típico film con claras intenciones religiosas, plagado de mensajes positivos, sobre las buenas costumbres dirigidos a toda clase de público, ya que cualquiera de nosotros un día podemos vernos tan desesperados como el protagonista, en torno al cual se crea una cierta expectativa acerca de por qué llegó a querer suicidarse o el vagabundo por qué se ve en esa situacion de tener que pedir limosna.
Contar más acerca de estos dos personajes sería caer en spoiler, por lo que es mejor que el espectador lo descubra por si mismo siguiendo las andanzas de este personaje que resultan muy interesantes, aunque algunas sean un tanto inverosímiles o que en un momento determinado puede pasar de ser héroe a villano.
El guion escrito por L.G. Bayao está basado en el libro de Augusto Cury, una famoso escritor brasileño, del que ha vendido más de 30 millones de ejemplares y que seguramente su traslado al cine hará que se vendan muchos más, ya que critica los vicios de la sociedad capitalista.
La cinta trata sobre la deshumanizada vida contemporánea cuyo vertiginoso ritmo convierte a las personas en seres que se limitan a seguir rutinas que no les ayudan a ser felices.
La película habla de la vida, la muerte, la familia, de ser rico o pobre y de que debemos hallar buenos modelos de comportamiento.
César Troncoso se siente muy seguro en el papel del vagabundo con un pasado convulso que le ha dado una sabia experiencia de la vida que le hace creíble en su papel, bien seguido por Dan Stulbach cuyo personaje también encierra alguna que otra sorpresa.
La dirección corre a cargo de Jayme Monjardim, un veterano realizador, fundamentalmente de series televisivas, que hace con éste su tercer largometraje para cine que por su contenido se adapta muy bien al ser parecido a los telefilms que solemos ver en la pequeña pantalla.
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