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CRITICA
Por: PACO CASADO
Ya estábamos echando de menos la llegada de una nueva producción del actual rey del cine de acción Jerry Bruckheimer ya que al parecer últimamente se ha dedicado más a producir series de televisión, siendo las últimas suyas que le vimos, Piratas del Caribe: La venganza de Salazar (2017) y 12 valientes (2018), y nos faltaba el título de este año, aunque ya se nos anuncia el próximo a estrenarse, Top Gun: Maverick (2020).
Esta vez se trata de un thriller de acción y suspense con una innovadora técnica de filmación, en el que Henry Brogan es un ejecutor de élite de 51 años, al servicio del Estado que, tras descubrir los secretos más oscuros del sistema, decide abandonar su trabajo, harto de tantos asesinatos cuyos fantasmas no le dejan dormir y quiere a partir de ahora llevar una vida más tranquila.
Pero tras tomar esa decisión, súbitamente se ve sorprendido, señalado y perseguido por Junior, un misterioso joven agente de 23 años que es un clon de él mismo más joven, que es capaz de predecir hasta el último movimiento que pudiera hacer.
Debido a ello tiene que volver a comenzar, esta vez, una lucha encarnizada contra sí mismo en esta historia de ciencia ficción.
La película comienza con una escena ya de por sí increíble como que un tirador de élite a dos kilómetros de distancia, acierte a matar a una persona que viaja en un tren a doscientos kilómetros por hora que pasa por delante de él a esa velocidad.
Después de eso, apaga y vámonos. Cualquier cosas que se nos quiera contar habrá que darla por buena, ya que dentro de la ciencia ficción todo es posible.
A partir de ahí el protagonista quiere jubilarse y no lo dejan, pero él tampoco permite que lo maten por lo que la acción toma un ritmo imparable.
A esta historia si se le quita esa primera escena increíble y la cuestión de la ciencia ficción podía haber sido muy válida, eliminaría algo de metraje y sería un relato muy clásico y asequible de cara a la realidad, con algunas secuencias ingeniosas y bien realizadas, porque no vamos a descubrir a estas alturas que Ang Lee, ganador de dos Oscar, no supiera contar un interesante argumento.
A Ang Lee le gusta cambiar de género y así tiene títulos tan diferentes como Sentido y sensibilidad (1995), La tormenta de hielo (1997), Tigre y dragón (2000), Brokeback Mountain (2005), Deseo, peligro (2007) o Destino Woodstock (2009), que van desde el drama romántico al western pasando por las artes marciales.
Pero el guion, para el que han hecho falta tres guionistas, para tan liviano argumento, resulta un tanto desigual, algo endeble, previsible por otra parte, y esa ya es una cuestión más difícil de salvar a pesar del esfuerzo de la puesta en escena por tratar de evitar el escollo.
Hay que admitir no obstante que tiene un gran logro en conseguir los dos aspectos del principal protagonista con un Will Smith adulto, maduro, y por otra parte con la imagen de treinta años menos que resulta realmente perfecto.
El hecho de que esté rodada a 120 fotogramas o frames por segundo y en 3D el espectador que la ve en proyección normal es un aspecto que no se nota y en lo que posiblemente se hayan invertido para de los 138 millones de su presupuesto así como en la digitalización del personaje de Junior.
El resultado es un thriller entretenido, espectacular en algunos momentos, como suelen ser las producciónes de Jerry Bruckheimer, pero nada más.
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