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CRITICA
Por: PACO CASADO
Seis años después de convertirse Frozen. El reino del hielo (2013) en la producción animada con mayor recaudación de la historia del cine, superando los mil millones de dólares, y ganadora de dos Oscar, llega ahora esta discreta secuela, con las dos princesas, Elsa y Anna, ya crecidas.
La historia en esta ocasión tiene una especie de prólogo en el que las dos princesas, Elsa y Anna, aún pequeñas, están a punto de irse a dormir, pero antes de ello su padre, el rey Agnarr de Arendelle, les va a contar un relato, que no es otro que el de El bosque encantado y cuando se quedan dormidas su madre, la reina Iduna, se encarga de llevarlas a la cama.
Tras los créditos iniciales se retoma la narración cuando Elsa y Anna ya son mayores, sus padres han muerto y la primera, convertida en reina, decide saber qué es lo que ocurre con ese bosque encantado que les contó su padre que quedó cerrado con una enorme niebla que impide salir de él quedando así encerrados sus habitantes durante treinta años.
Lo que en un principio se piensa que la presa es un bien para los habitantes del bosque, resultará ser una maldición, ya que una vez destruida inundará el pueblo de Arendelle, sin embargo Elsa con sus poderes logrará que no sea así y sus habitantes les estarán agradecidos eternamente.
Elsa deberá comprender el origen de sus poderes en este viaje emocional en el que le seguirán su hermana Anna, el reno Sven, el leñador Kristoff y el tierno muñeco de nieve Olaf.
Ella es alguien con temor a usar sus poderes y siente soledad por tener esa diferencia.
El guion tiene dos partes diferenciadas, esa primera, breve de las dos niñas, que es la mejor, y una segunda, ya de adultas, en la que se desarrolla ampliamente el relato que les contó su padre.
Es una historia con una temática muy actual en la que se pone de relieve el poder de las mujeres, las auténticas protagonistas y de paso se pone de relieve el amor entre las dos hermanas.
Pero esa misma amplitud, con algunas escenas complejas, hace que pese sobre el ánimo del espectador, especialmente de los más pequeños que debido a su prolongación no sean muy interesantes para ellos y si además se ilustra con siete canciones que resultan excesivas y que paralizan el relato, se nos dará la razón sobre lo dicho.
Eso no impide que tengamos una realización luminosa, con excelentes paisajes, efectos especiales, momentos emotivos y otros muy divertidos, sobre todo a cargo del simpático muñeco de nieve Olaf que eleva la diversión en todas de sus intervenciones en las que hace reír a los espectadores más pequeños con sus andanzas, aunque por otra parte la narración les puede resulta algo confusa.
Jennifer Lee codirige de nuevo junto a Chris Buck esta secuela, poniendo gran empeño en la puesta en escena, con cuidados encuadres, atrevidos travellings y bellos primeros planos.
Los personajes en la primera entrega ya se hicieron bastante populares y eso hará que de nuevo esta secuela tenga un notable éxito en la taquilla, pero nos parece inferior a la anterior.
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