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CRITICA
Por: PACO CASADO
Últimamente nos están llegando algunas producciones orientales, coreanas, japonesas, chinas, que nos ofrecen un cine al menos un poco distinto del que nos viene de los países europeos o de norteamérica.
Una de ellas es esta coproducción entre Japón e Inglaterra, 'First love' (2019) del prolífico Takashi Miike, que cuenta la historia de Leo, un joven boxeador frustrado que no encuentra sentido a su vida y siente un vacío emocional debido a la difícil situación que está atravesando.
Pierde un combate tras otro a pesar de los consejos de su entrenador y está prácticamente hundido.
Acude al médico que le hace una radiografía en la que le detecta un tumor maligno en la base del cuello, por lo que le dice que deje el boxeo y le da poco tiempo de vida.
Durante el transcurso de esa noche, en la ciudad de Tokio, todo da un giro cuando se encuentra con Yuri, conocida como prostituta con el nombre de Mónica, adicta a las drogas que, pese a sus circunstancias personales, sigue siendo una joven ingenua, que le confunde con el que fue el primer amor de su vida.
Mónica ha sido entregada a la yakuza por su padre para pagar una gran deuda contraída con ellos y después desapareció, y así la tienen prisionera y la prostituyen para que pague la deuda, y la hacen adicta a las drogas, sufriendo constantes alucinaciones cuando no puede disponer de ellas.
Leo la acompaña ajeno a que se encuentra metida en una trama de narcotráfico y es perseguida por la yakuza, la policía corrupta y una asesina enviada por las triadas chinas para asesinarla.
La acción de esta cinta desigual y absurdamente complicada, comienza con Leo en el ring con ese combate que termina perdiendo, mientras la policía corrupta tiene noticias de la llegada esa noche de un nuevo alijo de drogas y pretenden repartírselo entre ellos, pero la mafia y la yakuza andan también detrás del mismo.
Ello origina una gran confusión por parte del espectador de quién es quién y a qué bando pertenece cada uno de los personajes que intervienen en este lío argumental en el que las drogas, la violencia, la traición y la corrupción policial hacen acto de presencia en todo momento durante esa noche.
No se privan los personajes de emplear tanto pistolas como katanas con las que cortar cabezas que ruedan por los suelos sin ningún pudor o de herirse en un combate prolongado hasta morir, así como de persecuciones callejeras, explosiones, disparos, enfrentamientos entre mafia y yakuza, policía corrupta y sed de venganza.
Los enfrentamientos entre las bandas se hacen interminables, encontrándose en medio de todo el fregado la ingenua pareja protagonista, que nada tiene que ver con el asunto.
Hay momentos en que la propia violencia es tan excesiva que hasta provoca la risa en esas circunstancias en que pelean con las katanas hasta la extenuación.
Está dirigida por el veterano cineasta japonés Takeshi Miike que tiene más de cien títulos en su filmografía, casi todos de serie B, entre los que debe haber buenos y malos y al parecer nos ha tocado esta vez uno de estos últimos, director del que apenas hemos visto en España media docena, de los cuales conocemos el sobrevalorado Audition (1999), el mediocre Llamada perdida (2004) y 13 asesinos (2010) que nos parece el mejor y ahora nos llega el muy ponderado desde su pase por el Festival de cine de Cannes First love (2019) que no lo situamos entre los mejores suyos, en el que mezcla varios géneros, el cine de gángsteres, el gore, la violencia, el humor negro entre otros aspectos, realizado de forma irregular con altibajos a pesar de que la acción no cesa.
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