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CRITICA
Por: PACO CASADO
La novela del matrimonio compuesto por Frank Bunker Gilbert jr. y Ernestine Gilbert Carey ha dado mucho juego ya que Walter Lang hizo con ella 13 por docena (1950) que tuvo una segunda parte en Bellezas por casar (1952) e incluso años más tarde originó la serie de televisión 'Con ocho basta' (1977-1981).
Recientemente se hizo un remake algo libre y actualizado con Doce en casa (2003), dirigida por Shawn Levy que tuvo un gran éxito y que ha vuelto a originar una secuela que esta vez ha sido puesta en las manos del experto en la comedia moderna Adam Shankman que debutó con Planes de boda (2001) que después logró éxitos comerciales como Se montó la gorda (2003) y Un canguro superduro (2005).
El cambio de director no ha afectado al reparto, que en lo que concierne a la familia de Tom Baker repiten todos sus miembros, a los que hay que añadir los de la familia de Jimmy Murtaugh.
Tom Baker y su mujer Kate quieren reunir a su familia en unas vacaciones estivales que sean memorables.
Para ello llevan a sus doce hijos al rústico lago Winnetka, en Wisconsin, que ha sido el lugar en el que siempre han pasado sus veranos.
Pero su paz y sosiego saltan por los aires cuando han de vérselas en una contienda con los hipercompetitivos miembros de otra gran estirpe, la de Jimmy Murtaugh.
Ambos cabeza de familia fueron rivales de jóvenes y seguirán siéndolo ahora de adultos cuando se encuentran de vacaciones con sus respectivas pandillas de hijos, doce el primero y ocho el segundo.
En esta ocasión la familia más numerosa del celuloide rivalizará con sus vecinos estivales y sus ochos hijos.
Mientras que Tom es un hombre sencillo y sus hijos se han educado libremente y un poco gamberretes, los de Jimmy están bajo la rigurosa disciplina del padre, rico por demás y algo pedante, que pretende enseñar a Tom cómo manejar a los rebeldes críos.
Una vez más el cine americano insiste en el tema de la unidad de la familia como núcleo central de la sociedad.
La comicidad del flojo guion se desprende de las travesuras de los niños y las ridículas posturas de los adultos interpretados por Eugene Levy y Steve Martin, este último con buena química con Bonnie Hunt en el papel de Kate, su esposa.
Tampoco falta el toque sentimental en los metros últimos con la paz y la concordia entre las familias en un final feliz, como era de prever.
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