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CRITICA
Por: PACO CASADO
Es admirable poder comprobar cómo una película puede cambiar por el simple hecho de tener un director con una mano experta detrás.
A John Huston se le considera como uno de los grandes directores del cine norteamericano.
Superviviente aún de una de la más brillantes generación de realizadores de aquel país, está sin lugar a dudas entre los clásicos más válidos y considerados.
Su aportación al cine ha sido incansable ya que ha tocado una gran diversidad de temas y géneros a lo largo de su extensa filmografía, desde el policíaco con El halcón maltés (1941), hasta la aventura con Moby Dick (1956) e incluso 'El hombre que pudo reinar' (1975) que está basada en uno de los más famosos relatos de ese prodigioso novelista que es Rudyard Kipling, que hubiera sido insufrible de no estar detrás la experiencia y veteranía de este director que le ha dado un tono alegre, festivo, irónico y a veces cómico y todo ello sin quedarse en la simple aventura sino que va más allá, con una crítica al triunfalismo del imperio británico.
Se lo pasa bien riéndose de estos dos quijotescos oficiales del ejército de Su Majestad que se lanzan a conquistar un mundo desconocido en el que el hombre blanco no ha entrado desde Alejandro Magno, auténticos idealistas que todo lo dan por bien empleado si la experiencia de la aventura valía la pena; les importa más el valor y el entusiasmo para planificar y realizar una empresa que sus resultados finales...
El film se plantea como un largo flash-back.
Un personaje fantasmal, desarrapado y renqueante, cruza la oscura callejuela hacia las oficinas de un periódico donde trabaja un famoso escritor: Rudyard Kipling.
Es Peschy Carehan. Su aventura ha terminado con él.
Como testimonio de unos hechos increíbles, trae consigo un trofeo macabro: la cabeza de su amigo Deniel Drevot, coronada con la espléndida corona del tesoro de Sikandergul.
La corona en la cabeza momificada no es una burla sino un patético homenaje.
Lo imperdonable en este caso no es haber intentado ser dios, sino su incapacidad para serlo.
Su talón de Aquiles ha sido, una vez más, una mujer, Roxane, dulce pero devoradora, capaz de echarlo todo a rodar, que logra romper una amistad masculina y los pactos más sellados.
Todo ello da lugar a múltiples peripecias y aventuras sin fin que se suceden sin tregua, lo que hace que sea un relato muy ameno y divertido, al par que tanto John Huston como los actores se toman el asunto con cierto histrionismo, lo que al poner esas gotas de humor lo hacen más divertido para el público.
Pero ciertamente no se queda en la superficie de lo que pudiera ser una simple y espectacular cinta de aventuras, sino que tiene su intención crítica al imperialismo británico al tiempo que hace una madura reflexión sobre el poder.
Las pícaras ambiciones colonialistas de los dos aventureros acaban por interferir en su amistad.
La perfecta ambientación, la historia transcurre en 1.880, la espectacularidad de algunas escenas, batallas, movimientos de masas, la brillante y espectacular música de Maurice Jarre, el perfecto montaje y el sentido del ritmo dado por la dirección de John Huston, maestro experto que denota su buen hacer y veteranía en el conjunto al que le da un tono adecuado, unas veces espectacular, otras aventurero; el suspense hace también su aparición en ocasiones y la emoción y el interés no desaparecen a lo largo de toda la trama, en una historia contada por el propio Kipling, muy bien interpretado por Christopher Plummer, incluido el trabajo de Michael Caine y Sean Connery que completan el trío protagonista.
Si añadimos el sentido del ritmo, el montaje y la dirección de John Huston, tenemos una película eficaz, modélica y entretenida, muy estimable y de interés para toda clase de público.
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