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CRITICA
Por: PACO CASADO
'Las leyes de la frontera' (2021) es una mezcla de thriller y western, historia de iniciación, la cara menos idílica de la España de la transición y un relato de amor, que ha sido la producción elegida para clausurar, fuera de concurso, la recién terminada 69 edición del Festival de cine de San Sebastián.
La acción comienza con un largo flash back que se sitúa en el verano de 1978, apenas llegada la democracia, en la ciudad catalana de Gerona y cuenta la historia de Nacho Caña, un estudiante de 17 años, de clase media, un chico algo introvertido e inadaptado, al que los matones del barrio le amargan la vida que un día conoce a Zarco y a Tere en el salón recreativo donde suele matar el tiempo.
A partir de ese momento le apodan el Gafitas, estableciéndose entre ellos un extraño triángulo amoroso, que les lleva a una carrera imparable de delitos.
Los dos son delincuentes que se dedica a dar palos, a atracar bancos y farmacias, a traficar con las pastillas robadas, en compañía de otros amigos de la pandilla, tras la cual anda un nuevo inspector de la policía recién llegado a la ciudad con buenas intenciones.
Son ladrones habituales del barrio chino que a partir de ese momento cambiarán la vida de Nacho al verse envuelto en una serie de asaltos y robos durante ese verano.
El director de títulos como La caja Kovak (2006), Celda 211 (2009) y El Niño (2014), todas ellas buenas producciones de acción, el mallorquín Daniel Monzón nos ofrece ahora esta triste historia de amor imposible.
La novela homónima de Javier Cercas, publicada en 2012 en la que se basa, tiene algo de autobiográfica en el personaje del Gafitas, con relato realista y por título Las leyes de la frontera, una frontera que no es física sino la metáfora que delimita el delito del bien, o el simple límite de la libertad.
Ha sido adaptada por Jorge Guerricaechevarría, que ya colaboró en Celda 211 (2009) con Daniel Monzón, guionista que nos da una cierta garantía.
En el libro como en la película, se refleja una juventud con un horizonte sin esperanzas con la angustia de no tener futuro que casi le justifican en su comportamiento.
Es heredera del cine quinqui que se hacía décadas atrás en los años 70 y 80 que es en cierta manera nuestro western con una visión romántica y colorista del tema.
La banda sonora ha sido compuesta por el grupo sevillano de rock Derby Motoreta Burrito Kachimba, adornada con algunas canciones de esa época de Los chichos, Las Grecas, Los Chunguitos, entre otros que le van muy bien al desarrollo de la narración.
No obstante el prolongado metraje esta vez lucha en su contra ya que debido a ello la encontramos un poco lenta de ritmo, aunque se acelere en algunos momento de más acción o en las persecuciones automovilísticas muy bien rodadas.
La cabecera de cartel está compuesto, como no podía ser de otra manera, por actores jóvenes como es el caso de Marcos Ruiz en el personaje de Nacho que a pesar de su juventud lleva más de una docena de películas y serie de televisión, o Begoña Vargas en el papel de Tere que tiene dos films y ocho series y Chechu Salgado como Zarco que debuta en el cine tras participar en siete series televisivas y el resto de la pandilla son prácticamente debutantes y a todos ello le saca Monzón un buen partido.
Este director es muy del género policiaco donde ha conseguido buenos productos aunque a nuestro entender esta vez ha bajado un peldaño, no obstante está bien realizada, pero no termina por entusiasmar, aunque no le falten atractivos y al final nos invita a reflexionar sobre la evolución de este país que aún sigue pensando en el pasado.
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