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CRITICA
Por: PACO CASADO
El cine inglés siempre ha tenido fama de hacer comedias con un fino humor, de trazo delicado, desenfadado, de aguda ironía con gran calidad, clase y elegancia.
En este caso es todo lo contrario, todo está a la vista, en bruto y sin perfilar.
Últimamente se está saliendo de madre haciendo comedietas al uso, de sal gruesa, situaciones descocadas y exhibicionismo a granel, según dictan los cánones que están de moda.
En esta ocasión la historia está ambientada durante la Segunda Guerra Mundial, con la ciudad de París, ocupada por las tropas alemanas, desarrollándose casi todo el relato en la casa de prostitución que está regentada por Madame Grenier, una de las más famosas en esos tiempos, donde se dan cita no sólo los oficiales germanos, sino también los de los aliados.
Allí está escondido el mayor británico Robinson, justo debajo de las narices de los clientes nazis.
En ese establecimiento concurren desde el Führer hasta los más altos cargos de los ejércitos aliados, lo cual da lugar a situaciones de lo más jocosas con las que se le saca partido a la parodia en tono cómico y escenas divertidas que hacen reír al espectador en todo momento.
Todo en la película tal como está planteado es válido y lo hechos recorren toda esa amplia galería que va desde el equívoco a la parodia y desde la ironía a la burla más cruel, sin eludir la sal gorda y por supuesto, dado el escenario elegido para la trama, también se da cita el exhibicionismo gratuito y fácil que está a la orden del día, y adornando la escena como un decorado más, la belleza de las chicas que igual son mercancía prohibida o que visten hábitos de religiosas.
Pero los hermanos Boulting, John como productor y Roy como director y copartícipe también en la confección del guion, centran todo el film en torno a Peter Sellers, ese actor cómico que tan buenas muestras de su buen hacer nos ha dado con su talento en otros tiempos y que no es la primera vez que es capaz de interpretar varios personajes, como ocurre en esta ocasión con hasta seis papeles diferentes, con mayor o menor acierto, entre otros el mayor inglés Robinson, el agente de la Gestapo Herr Schroeder, el general Latour, e diplomático americano Alan Cassidy, el príncipe japonés Kyoto y al presidente francés, pasándose a veces en su desparpajo.
Recuerden que ya lo hizo en 'Ocho sentencias de muerte' (1949), de Robert Hamer o en 'Teléfono rojo, volamos hacia Moscú' (1964) de Stanley Kubrick, con excelentes resultados.
La cinta se aparta de la clase de cine que suelen hacer los hermanos Boulting, ya que en este caso no es más que una verdadera astracanada divertida, realizada casi de puro encargo y para salir del paso, encaminada únicamente a lograr un producto comercial sin otras miras artísticas y en este sentido indudablemente ha logrado lo que se proponía.
La película es una especie de vodevil apto para reír aunque realizada con una caligrafía de segundo orden por un director que en otras ocasiones nos ha gustado más.
Cine de evasión sin profundidad en la intención, apto para la simple diversión si no se busca otra cosa.
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