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CRITICA
Por: PACO CASADO
'La última carga' (1967) es una película interesante para los buenos aficionados al cine, para los que gustan de una notable realización, para los que gozan con la crítica social de una época y un poco por tomarse a broma algo que es tan extraordinariamente serio, un hecho como morir por nada, por el honor, la estupidez y la ineptitud de unos hombres que se ensalzaron en una guerra insulsa y sin una finalidad determinada y que fuera realmente justificable.
Este film de Tony Richardson dista mucho de aquellos primeros suyos tales como 'Mirando hacia atrás con ira' (1959) o 'Réquiem por una mujer' (1961), entre otros.
Creemos que está más cerca de un Tony Richardson más hecho, más maduro, con mías mordiente en la crítica de un sistema y una sociedad que comenzó con 'Un sabor a miel' (1961) o 'La soledad del corredor de fondo' (1962) y que continuó, en otra época distinta un año más tarde con 'Tom Jones' (1963).
La carrera de Tony Richardson se ha ido consolidado dentro del cine británico y más concretamente en el movimiento renovador del free cinema hasta convertirse en una de las figuras más interesantes de este movimiento fílmico.
Aquí, al igual que en 'Tom Jones' (1963), hace una perfecta reconstrucción del pasado, aunque no se haya detenido en una plasmación fiel y realista de los hechos históricos, sino que los ha usado precisamente para ironizar con ellos el comportamiento de unos hombres irresponsables y orgullosos que juegan con miles de vidas humanas.
Junto a las imágenes reales, bien concebidas y plasmadas, con un extraordinario juego de color, usa los dibujos de Richard Williams para recalcar más y abundar en el juego de la mordaz crítica de la época victoriana inglesa que termina con la inútil batalla de Crimea entre británico y rusos con la célebre y desigual carga, a la que hace alusión el título, en la que heroicamente se murió por nada que de verdad valiera realmente la pena.
Sí es realmente interesante la batalla en si puesta en imágenes por Tony Richardson, donde si no fuera por la calidad del cine que en ella se derrocha se haría excesivamente larga y demasiado pesada.
Interesante resulta la puesta en imágenes que hace Tony Richardson, aunque a ratos pierda el ritmo y el sentido de la medida de las escenas, ya que se entretiene en ciertas cosas que lastran la cinta puesto que parecen rellenar el argumento innecesariamente.
Nos gusta más en cuanto al ritmo cinematográfico 'Tom Jones' (1963) aunque aquella estaba realizada con otra intención.
En cuanto a la interpretación ha sabido rodearse de veteranos y maduros actores del cinema inglés que representan perfectamente a esa sociedad orgullosa de sus costumbres, inamovible en sus raíces, que cuando quiere protestar de algo envía una carta al periódico Times y tan hipócrita que quitan al corresponsal del periódico para que no pueda informar de la verdad sino dar una versión parcial de los hechos.
Cuesta un poco entrar en la psicología de cada uno de los personajes, abundantes por demás, que se diluyen en ciertos momentos entre los figurantes y las acciones simultáneas que lleva al unísono.
Formidable la fotografía de David Watkin y la música de John Addison con una dirección acertada y escenas de un brutal realismo y violencia.
Nominada en los Bafta la dirección, Trevor Howard, la fotografía, el vestuario, el montaje y el sonido.
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