|
CRITICA
Por: PACO CASADO
Ana Frank era una pequeña, judía de 13 años hija de unos comerciantes alemanes que creyeron encontrar la salvación en Holanda a raíz de las primeras persecuciones nazis.
Pero la invasión de los Países bajos les puso a merced de sus perseguidores y así cuando los Frank tuvieron que escoger en julio de 1942 entre someterse a la Gestapo o esconderse, eligieron la segunda alternativa.
En este ambiente paradójico, Ana descubrió al mismo tiempo su existencia y las de otros.
La acción se desarrolla en Amsterdam, en julio de 1942. Con el objetivo de huir de la Gestapo, la familia Frank se esconde en la buhardilla del Sr. Krater, donde convivirán con otro grupo de judíos, los de la familia Van Daan y todo lo que allí ocurre queda reflejado en el diario de la pequeña Anne.
El guion se inspira en la obra teatral extraida del libro 'Anne Frank: The diary of a young girl' escrito por Ana Frank.
La anotaciones cotidianas tienen un tono justo, son tan reales que ni siquiera se piensa que pudiera escribirlas con intenciones literarias ni pensar que una persona mayor las haya podido retocar.
La impresión que se experimenta es la de una autenticidad indiscutible.
En marzo de 1945, dos meses antes de la liberación de Holanda, murió Anne en el campo de concentración de Bergen-Belsen.
En el diario está condensada toda la densidad humana de unos seres, que habiendo vivido realmente, se hicieron universales, por la complejidad humana de sus caracteres y psicologías.
En 'El diario de Ana Frank', lo que menos importa es el hecho en sí, sino la situación colectiva, el miedo, la angustia, las reacciones individuales: cualquier persona en la mismas situación hubiera actuado de la misma manera, de ahí la universalidad de su temática.
La cinta nos va dando a conocer a unos seres, nos va perfilando con gran maestría la personalidad de los mismos: sus pensamientos y poco a poco nos vamos adentrando en su mundo de angustia hasta hacernos sentir dentro de la misma situación en que ellos se encuentran y esto los ha logrado George Steven no a la manera de Alfred Hitchcock, sino por métodos anímicos y psicológicos.
Cinematográficamente este tipo de suspense se define como relieve emocional, es decir, emoción producida por la angustia de pensamiento, no por angustia a unos hechos.
Esta clase de emoción se logra a través de la tensión emocional, no mediante la tensión nerviosa, fruto del miedo o de la sorpresa.
En 'El diario de Ana Frank' lo que interesa es la evolución psicológica de unos seres condenados a vivir con la angustia como compañera, en la que el contrapunto lo va marcando la esperanza en un mundo mejor, no en la propia salvación individual.
Ana representa esa esperanza basada en el perdón a los le sumergieron en la situación en que viven.
En la película lo de menos son los hechos, las palabras y lo interesante el pensamiento oculto, y esto lo ha conseguido George Stevens a través del detalle, de la sugerencia, de insinuación, del matiz ambiental que cada personaje da a su situación individual dentro de la misma colectividad.
Las palabras tienen una importancia esencial en el desarrollo de la narración, pero quizás mucho más, el silencio, por ejemplo en la escena en la que un gato está a punto de derribar una vasija cuando unos soldados está registrando la habitación contigua y también la escena en silencio del ladrón entrando en la casa donde están escondidos los personajes de la historia, son ejemplos claros de suspense psicológico..
Junto a estos elemento se mezcla una poesía estremecedora en la secuencia de amor entre Ana y Peter, con un cielo claro cruzado por gaviotas de una gran perfección cinematográfica en la que se unen la poesía con la tragedia de dos seres que por ser jóvenes son los que más sufren la tragedia en que viven.
Ese mismo sentido de la esperanza e solidaridad, de humanas reacciones han hecho a esta película acreedora el premio de la OCIC.
Quizá se le pueda achacar como único defecto su aparente lentitud, pero hay que tener en cuenta en este film, que el tiempo no es una medida, sino una opresión.
Stevens, como hace en muchas secuencias podía haber dejado al margen los detalles que cortan un poco la medida justa de su tiempo real y cinematográfico.
Basta pare ello recordar títulos suyos como Gigante, Un lugar en el sol o Raíces profundas.
La fotografía es perfecta en plasticidad y composición, la música se amolda en todo momento a la acción y el cinemacope es empleado con un conocimiento funcional.
En cuanto a los intérpretes todos están a gran altura en sus cometidos, pero sobre hay que destacar una Millie Perkins sensacional y cautivadora.
Oscar a Shelley Winters, la fotografía y los decorados en blanco y negro. Premio David de Donatello de plata. Mejor film y premio humanitario en el Festival Faro Island. Globo de oro al mejor entendimiento internacional. Laurel de oro a Shelley Winters y la música.
MÁS INFORMACIÓN DE INTERÉS
CÓMO SE HIZO
VIDEO ENTREVISTAS
AUDIOS
PREMIERE