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CRITICA
Por: PACO CASADO
El director Vicente Aranda se enclava en la ya desaparecida Escuela de Barcelona, en la que hizo una película que significó una cierta revitalización del cine que se hacía entonces: 'Fata Morgana' (1966).
Después se dedicó a hacer cine más o menos de terror con títulos como 'Las crueles' (1969) o 'La novia ensangrentada' (1972).
En sus últimos films adivinamos una especie de trilogía compuesta por 'Clara es el precio' (1975) donde se hacía una especie de denuncia del destape, 'Cambio de sexo' (1977) que trataba sobre el homosexualismo y ahora con 'La muchacha de las bragas de oro' (1979), continúa con el tema, aunque sea de pasada, con el bisexualismo que se da en la protagonista.
Pero no es éste el tema de la cinta, sino el enfrentamiento de dos generaciones.
Una es la de un hombre maduro que reconstruye su pasado falangista que intenta justificar.
La otra la de su sobrina Mariana, en la que se nos presenta una parte de la juventud actual, que es una chica de vida fácil, que desea muchas cosas, de lenguaje descarado y que no se asusta de nada.
La adaptación cinematográfica de una novela siempre entraña evidentes riesgos y especialmente como ocurre en La muchacha de las bragas de oro, de Juan Marsé, la combinación de realidad y ficción, el trabajo de los diálogos o las numerosas metáforas empleadas en el texto, exigían una atención especial para no traicionar el original, siendo el riesgo mayor al ser un libro popular con una explosiva mezcla de erotismo y mala conciencia del pasado inmediatamente a la guerra civil.
El guion de tres guionistas, tiene de base la novela de Juan Marcé, ganadora del Premio Planeta 1978, que ha sido trasplantada a la pantalla en un lenguaje cinematográfico, dentro de lo que cabe, tratando de respetar el texto original en lo posible.
Es la historia de un maduro escritor que reinventa su pasado en el régimen fascista que va desvelando la gran mentira de su vida a su sobrina.
Con un ritmo pausado y monocorde la realización de Aranda sorprende por su notable perfección y seguridad, dominando los elementos de que dispone.
Aranda ha contado con unos buenos mimbres para hacer esta cesta.
Por un lado la base literaria que asoma en algunos momentos por la pantalla, por otro la notable fotografía de José Luis Alcaine, muy en la línea de otros grandes operadores españoles como el fallecido Luis Cuadrado y de su discípulo Teo Escamilla que le da un tono crepuscular a la historia de Marcé logrando buenos tonos, tanto en interiores como en los exteriores, amparada por la calidad musical de las partituras compuestas por Manuel Camps.
Finalmente hay que destacar la interpretación de Victoria Abril que sigue apuntando buenas dotes de actriz como ya lo hiciera en 'Cambio de sexo' (1977) y la veteranía indiscutible del también director Lautaro Murua, que redondean los logros de esta interesante película.
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