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RITICA
Por: PACO CASADO
Estamos ante la sexta entrega de la serie de Parque Jurásico y según se dice será la ¿última?, porque al parecer el público aún no está harto de dinosaurios, pero la verdad es que resultan ya un poco pesados y sobre todo en esta nueva entrega los hay hasta en la sopa.
Como va siendo frecuente cuando hay una película muy comercial la fecha de estreno se adelanta al jueves con el propósito de engordar y superar la cifra de las entregas que le precedieron.
Tras la etapa de dos años de pandemia en la que los títulos fuertes pospusieron sus estrenos, ahora casi cada dos semanas nos llega uno de ellos con lo cual se hacen la competencia, porque aunque acaparen la taquilla esas semanas llega otro que se la quita, no estando mucho tiempo en la cabecera.
Han pasado cuatro años de la desaparición de la isla Nublar, que era el paraíso de los dinosaurios y ahora estos se han reproducido y viven con los humanos por todo el mundo con el consiguiente peligro para todos, por lo que no se sabe quien es el depredador y quien es la víctima.
En este nuevo capítulo podemos ver algunos personajes que están desde el principio, allá por la década de los años noventa del pasado siglo, incorporados por los mismos actores en los que se nota que el tiempo no ha pasado en balde, caso de Jeff Goldblum, Laura Dern o Sam Neill, en sus respectivos personajes de Ian Malcolm, Ellie Sattler y Alan Grant, mientras que algunos ya fallecieron, caso de Richard Attenborough, y en su lugar toman el relevo otros recién llegados caso de Chris Pratt y Bryce Dallas Howard, que encarnan a los personajes de Owen Grady y Claire Dearing, a los que le secuestran a su hija Maisie a poco de empezar.
Continúan los maravillosos efectos de la Industrial Light & Magic de George Lucas, que reproducen con la máxima fidelidad los dinosaurios que salieron de la mente del escritor Michael Crichton que cobran vida, una vez más, en esta nueva aventura.
A diferencia de las dos primeras entregas, dirigidas por Steven Spielberg, esta vez la trama tiene una primera hora en la que se trata de presentar a los personajes que son introducidos en varias líneas diferentes que van marchando de forma paralela, aunque en el fondo haya siempre un mismo fin, como es la ambición en este caso de la corporación que preside Lewis Dodgson de sacarle beneficio como sea.
Esto hace que el interés se reparta entre las distintas líneas y la emoción se diluya entre ellas, algo que no ocurría en las primeras que tenían una continuidad única en la aventura.
Así ocurre que esa primera hora sea más pausada mientras que la acción aparece a partir de una hora con persecuciones en motocicleta, vuelos en avión, secuestros y lucha contra los monstruos jurásicos y también entre ellos, que aparecen por todas partes, sean de tamaño gigante o pequeño como la plaga de grandes langostas letales que asolan un sembrado en poco tiempo, etc.
Otro aspecto a tener en cuenta es el poco uso de la música, así como el largo metraje de casi dos horas y media que pesa.
Aunque hayan pasado casi tres décadas el interés de las nuevas generaciones de espectadores jóvenes por los dinosaurios no ha decaído, a juzgar por las cifras obtenidas en las taquillas, aunque ya no alcance los niveles de la primeras entregas de la franquicia que con coste de sesenta millones de dólares se convirtieron en más de mil.
A diferencia de las dos primeras dirigidas por Steven Spielberg, las demás han ido cambiando de directores cayendo esta en las manos de Colin Trevorrow un productor que tras hacer dos cortos y un documental se pasó a la realización debutando con Seguridad no garantizada (2012), asiendo su segundo título Jurassic World (2015), el tercero El libro secreto de Henry (2017) y ahora se pone de nuevo al frente de su cuarto largometraje perteneciente a la famosa franquicia, de la que ya tiene experiencia, que lo saca adelante de forma discreta, sin alardes.
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