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CRITICA
Por: PACO CASADO
La comedia ha sido siempre un género que el cine norteamericano toca con extremada asiduidad. Gran número de los éxitos internacionales más resonantes de esta cinematografía pueden quedar encuadrados en este apartado.
Pero, en estos últimos años, las cintas que nos llegaban parecian hablar de su estancamiento. La razón era evidente. La comedia es el estilo que peor resiste el paso del tiempo, por ello, necesita estar siempre en contacto directo con los ambientes, tipos y circunstancias del momento.
Aquí no valen las fórmulas preestablecidas, las que depararon el éxito ayer. Y, precisamente por usar de estas, la comedia parecía haber llegado a su total extenuación.
Esta temporada, "Confidencias a medianoche" y, ahora, "Todas las mujeres quieren casarse", hablan de una loable puesta al día con respecto a los elementos que hemos citado, con respecto a la vida misma que, en definitiva, sustituye la fuente inspirativa de la comedia.
En "Todas las mujeres quieren casarse",m encontramos, además de algún que otro "gag" nuevo que irriga saludablemente el panorama humorístico del film, la presencia de una sustentación humana poco frecuente.
A pesar de que la mujer ha logrado sacarse a pulso un puesto en la sociedad, labrarse su propia vida y un porvenir de independencia económica, como hace cincuenta años, cuando la mujer estaba rodeada de tradiciones y costumbres prohibitivas, reducida a un estatismo estéril, la mujer ha de esperar siempre la llegada del hombre.
Estamos en el extremo opuesto del planteamiento que hacía Fernando Fernán Gómez en "Solo para hombres", pero el problema es el mismo.
La trama, descrita a través de un guion ágil, salpicado de situaciones plenas de frescura y realismo, no está exento, desde luego, de los tradicionales tópicos del género y no falta tampoco el "happy end" o final feliz.
Gran interpretación la de Shirley MacLaine, justa ganadora de los primeros premios de interpretación en los festivales de Berlín y Venecia. Sobrio y medido, según su estilo peculiar, David Niven. Gig Young se afirma como otro valor estimable del cine americano.
Justo es reconocer que la inteligencia y soltura del guionista, así como la calidad de los intérpretes no ha sido muy beneficiada por la dirección de Charles Walters, viejo artesano del género y al que, no sabemos porqué, se tiene en gran estima allá por las elevadas esferas de la producción americana.
Walters, a pesar de manejar una trama argumental relativamente ágil, ha hecho discurrir la cinta hacia su tercera mitad última, por los cauces de la pesadez. El film se viene abajo en esta parte, para volver a rehacerse hacia el final.
"Todas las mujeres quieren casarse", tiene por lo demás, todas las constantes del género. Esto es, gran aparato en su vestuario y presentación, la música de siempre y el habitual empacho de una policromía realizada mediante el metrocolor.
En definitiva, una buena comedia, con una sustentación temática poco frecuente en el género, descrita a través de un guion acertado, dirigida con mucha mediocridad y exepcionalmente interpretada por Shirley MacLaine.
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