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CRITICA
Por: PACO CASADO
En la trilogía sobre la ciudad de Madrid realizada a mediados de los años sesenta por el director vasco, Pedro Olea, esta película ocupa la parte central de la misma.
La historia se ambienta en los difíciles años de la posguerra española, en los años cuarenta, y en ella se nos cuenta la azarosa vida de una chica que trata de salir adelante, debatiéndose entre el amor de un joven maquis, perteneciente al grupo de los vencidos, y el constante acoso de un hombre maduro empeñado en conseguir su amor a toda costa.
Corre la década de los años cuarenta y esa corista llamada Paca, que iba para comadrona, pero la guerra le truncó su carrera, regresa a Madrid en tren, tras actuar en varias provincias.
En el vagón conoce a un joven llamado Luis que comparte con ella su merienda de pan y panceta.
Una vez en Madrid, Luis le pide a Paca que le dé alojamiento en su casa, cosa a la que accede por afinidad política.
Con ella vive su padre, paralítico debido a la guerra.
Luis no tiene documentación y no puede alojarse en pensiones, y trata de buscar papeles falsos para emigrar a Francia.
Entre tanto la compañía de revistas se ha disuelto y Paca busca trabajo en una academia de baile a donde acuden viejos verdes a pasar la tarde.
No obstante Julio, un hombre rico, metido en negocios sucios, que la protege, consigue que la despidan y así acepte su propuesta, a lo que accede y se va a vivir al piso que éste le pone donde nota más la soledad y la ausencia de Luis.
El clásico triángulo dramático amoroso que si bien no ofrece muchas novedades en su desarrollo, al menos da ocasión a Pedro Olea para hacer unos apuntes críticos sobre la época y poner en pie todo un ambicioso proyecto de una buena reconstrucción de aquellos años, tarea nada fácil y de costoso empeño en vestuario, ambientación y decorados, en lo que todo está cuidado al máximo en esta historia llena de crudeza y realismo, con duros perfiles en la descripción de los personajes y las situaciones que se nos describen, en donde tan sólo los momentos en los que se da entrada de las canciones como pinceladas costumbristas del momento, dan un cierto respiro al espectador.
En el apartado interpretativo Concha Velasco, tras la espléndida actuación en Tormento (1974), se apunta un tanto más en su carrera dramática que en los último años avanza día a día en cada nueva película para situarse en el peldaño más alto que pueda conseguir una actriz española.
Fernando Fernán Gómez da el tipo del estraperlista con maestría y acierto, y el debutante José María Flotats, actor catalán afincado en Francia, hace su primera incursión en nuestro cine de forma bastante fría por su parte.
Muy bien el veterano José Orjas entre los secundarios.
Un guion construido con habilidad por el veterano Rafael Azcona, no falto de mordacidad e ironía, con su clásico humor negro, y una dirección de actores bastante cuidada de Pedro Olea, enriquecen a esta interesante historia.
En definitiva un film notable que se sale de los cauces que nos suele ofrecer el cine español, que puede ser un camino válido para apuntar una realidad de nuestro país.
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