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CRITICA
Por: PACO CASADO
Seguimos insistiendo en el tema de que se están disfrazando argumentos de adultos de films infantiles. Y no nos referimos a que se quiera hacer pasar gato por liebre, sino que la concepción es errónea. Hay argumentos que pueden interesar al niño tanto como éstos o más, si es que tratan su problemática y no se les llena la cabeza a pájaros jugando a que se crean mayores y puedan hacer cosas de adultos.
La pregunta que se hicieron los guionistas está muy bien. )Qué hacer con un millón de dólares?. Esto, que ya de por sí es una cifra interesante para una persona mayor, se multiplica si se pone en manos de un menor. Y además resulta absurdo que pueda manejarlo por sí sólo. En Norteamérica, que las leyes son tan rigurosas con los menores, se nos quiere hacer pasar por alto esta cuestión y se le entrega a un niño un millón de dólares en efectivo metido en una mochila, por muy dinero negro que sea. Esto lo obtiene el pequeño de once años, fruto de un cheque en blanco que le da alguien que no quiere tener nada que ver con la policía, por haber destrozado su bicicleta accidentalmente.
A partir de ahí el niño es capaz de comprarse una casa, decir que trabaja para Mr. Mackintosh y poder adquirir lo que quiere, disponer de todos los juguetes más sofisticados y hasta encargar organizar una fiesta de cumpleaños, todo ello sin que sus padres se den por enterados... (en qué país vivimos!.
Es una pena que esta idea argumental se haya echado a perder de esta manera, ya que tratada convenientemente hubiera dado mucho más juego, y otra película, por supuesto.
Una vez más el niño es el inteligente y avispado y los malos, los torpes que no dan pie con bolo de los que se puede burlar a satisfacción.
El novato Rupert Wainwright no tiene capacidad para impedir que se le vaya de las manos la cinta, a pesar de que los niños lo pasen bien con las andanzas de este aprendiz de Rockefeller.
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