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CRITICA
Por: PACO CASADO
Son ya varias las novelas de Manuel Vázquez Montalbán que se han llevado al cine y ésta llevaba detrás de ella varios años el productor y director Gerardo Herrero hasta que por fin quedaron libres los derechos, y ha montado una producción internacional.
El guion se ciñe tal vez demasiado al texto literario original, por el que Manuel Vázquez Montalbán ganó el Premio Nacional de Narrativa en 1991
Aquí se nos cuenta la historia real del político nacionalista vasco exiliado, Jesús de Galíndez, profesor, escritor, afecto al Partido Nacionalista Vasco, que desde fuera del país hizo lo que pudo por que no fuera reconocido internacionalmente el régimen de Franco y cuando España entró en la ONU cogió una depresión.
Su rastro se pierde en Manhattan en el año 1956, tras colaborar con el FBI, la CIA, el régimen del dictador dominicano Trujillo, agente doble, que jugaba con demasiadas barajas, sobre el que escribió un libro que dicen fue el motivo de su secuestro a manos de sus esbirros que lo hicieron desaparecer, en un misterio aún no aclarado totalmente.
Terminó siendo incómodo para todos aquellos con los que colaboró, incluso para sus propios compañeros de partido.
Es mostrado a través del trabajo de investigación de una estudiante americana que quiere hacer una tesis sobre él, que nadie va a leer, pero que todos los implicados en los hechos están dispuestos a que no se lleve a cabo y mucho menos que vea la luz.
Una reacción exagerada en este sentido de los implicados.
Gerardo Herrero en su intento de hacer su cinta más ambiciosa, hace un trabajo demasiado serio, mezclando la realidad con la ficción de la investigación que lleva a cabo el personaje de Muriel Colbert, la estudiante americana.
La película pierde el ritmo en la narración, al detenerse demasiado en una buena reconstrucción de la época y los escenarios de la acción.
Posee en cambio algunos momentos fuertes, de tensión y fuerza, en las torturas, por ejemplo, pero frialdad en el resto del complicado relato, que a un espectador no demasiado atento le puede confundir y aburrir. Le queda así un film desigual, con aciertos parciales y algunos lunares en una puesta en escena convencional que no satisface totalmente.
En el capítulo de actores sobresale un exquisito Harvey Keitel, un camaleónico Eduard Fernández y una fría Safron Burrows y entre los secundarios Reynaldo Miravalles.
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